Perdón.....
Ayer antes de acostarnos, dejamos con Lolo al lado de la chimenea tres vasos con leche, unas galletas y tres chupitos de licor de hierbas.....
Lolo se durmió, y ante mi acostumbrado desvelo, aproveché para bajar y dar buena cuenta de los chupitos, porque si tengo que esperar a que los tres desgraciados coronados, bajen por mi chimenea y den salida a la viandas, voy dado.
Total que tras el chupito de Gaspar, que estaba como dios, vinieron el de Melchor y Baltasar, que iban mejorando con el tiempo.
Sentado en el bordillo de ladrillos refractarios de la chimenea, observando los paquetes que mi hijo rompería en unas horas, me pregunté: -Si fuera monárquico, me bebería alguno más por algún otro desgraciado "chupacuartos" por la gracia de dios..... pero como no lo soy, y ante una sed que me acuciaba, brindé por todos los niños del mundo, unas 14 veces más. Tan solo recuerdo ya, el espectáculo de leche que junto con migas de galletas, se desparramaban por la alfombra. Mientras, la baba iba cayendo lentamente de mi cabeza ladeada y un pequeño ruidillo salía del tiro de mi estufa natural.
Yo, enfrente borracho, tirado en la alfombra y rascándome un huevo por dentro del pantalón, descubrí que eran las seis de la mañana, y que una pantufla de un azul brillante se descolgaba hasta el suelo por el hueco de la chimenea.
La siguieron unos pantalones del mismo azul, una chaqueta brillante morada, y un tipo con barba blanca y ojos de buena persona. Detrás de el vinieron dos más, uno de barba pelirroja, y un negro guasón que me miraba y se reía.
Los tres vestidos como para bailar en una película de Bollywood......cuchicheaban mirándome.
Yo me cansé, junte fuerzas para levantarme y eructé. Aún borracho les di tal paliza que no creo que vuelvan a seguir a ninguna estrella nunca más. Juraban en arameo -esto es literal -
Sacié mi rabia republicana en aquellos tres "elegidos", creyendo que eran tres ladrones "asaltacasas", y me acerqué a la ventana para verlos salir magullados corriendo y doliéndose de las docenas de golpes recibidos.
Mi sorpresa fue, que afuera los esperaban tres camellos increibles. Enormes, lustrosos y que huyeron veloces tras montarse los jinetes en sus grupas.
Arancha y Lolo bajaban entonces por las escaleras de madera de las habitaciones, y al ver los juguetes Lolo desapareció con ellos y se dispuso a romper los envoltorios sin prestar atención a nada más. Pero Aran, tras ver mis nudillos ensangrentados, el salón patas arriba, la leche y las galletas por el suelo, y trozos de raso brillante de colores por el sofá y el suelo, me miró extrañada, limpió un hilo de sangre que bajaba por la comisura de la boca y me preguntó en silencio.......
Yo me permití unos segundos para pensar, -¿como le explico, con este aliento a licor, que los reyes sí existen?
Levanté mi puño al aire, erguí mi cabeza y orgulloso sollocé: Ni Dios, Ni Patria, Ni Rey, Ni Bandera.
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jueves, 15 de mayo de 2025
miércoles, 8 de mayo de 2013
Una Mañana
Que duda cabe que la mañana estaba resultando algo más que monótona. Demasiadas ganas de desaparecer y un sorpresivo ímpetu, desencadenaron los acontecimientos.
Salí de la eterna mazmorra donde se suponía que me ganaba el derecho a pertenecer al reino de los vivos y poseer un Golden Retriever y una chimenea, y me aventuré calle abajo.
Esta vez había elegido bajar en vez de subir hacia la parte de la ciudad por la que me movía habitualmente, y donde las luces y los escaparates daban brillo a unas calles abarrotadas y llenas de color.
Bajaba y lo hacía pausadamente, casi quieto, sin pensar ni por un momento si había un destino. Y a cada esquina que dejaba atrás, otras calles transversales oscuras y estrechas, aparecían como recién inventadas y puestas de repente por una mano precisa y de tentadoras intenciones. Giré.
Tomé una de aquellas callejuelas, y me sobrevino la oscuridad. Sentí mis pupilas dilatándose, y mi vista luchando por adaptarse rápidamente al repentino cambio de intensidad lumínica. Tras unos primeros pasos por un empedrado recio, de grandes bloques de granito, antiguos y usados, noté la falta de gente. Nadie me seguía y nadie me precedía. Nadie a mis costados, y ningún sonido en mis oídos. Al fondo, una tenue luz, me anunciaba la posible presencia de un lugar abierto, quizás una plaza.
A diferencia de la parte alta de la ciudad, aquí no había apenas sonidos, ni luces. Ninguna tienda que mostrara escaparate colorido y repleto de engañosos objetos que la gente solía desear, e incluso con los que llegaban a soñar y empeñar sus días. No había señales de tráfico. Ni coches. Las paredes estaban repletas de dibujos extraños. Como jeroglíficos. Letras que se me antojaban encriptadas. Trazos de spray, y ojos tristes. Manos vacías y rostros desencajados. Pero también pintadas, de cambio... una llamó mi atención. Una gran pradera verde, con una colina suave en el horizonte, y muchas personas de todos los aspectos y colores, bailando. Mientras un enorme edificio a un lado, se desparramaba destruido por la pradera...
Llegué a la luz, que en efecto era una plaza. Gente sentada, fumando. Tirada por la hierba de los pequeños jardines, hablando. Gente pintando las paredes. Gente rara para mi. Con extraños peinados, y exóticas ropas. Gente bailando en una esquina, tirándose por el suelo. Realizando imposibles filigranas al ritmo de una música repetitiva y un ritmo contagioso.
Habitaban aquel lugar gentes de todas las edades. Infinidad de personas y todas distintas. Algo que para alguien como yo, y viniendo de donde todos somos uniformados correctamente y de forma impersonal, era intrigante y cautivador.
Nadie reparó en mi presencia, excepto tu.
Te acercaste a mi, me tendiste una mano que yo rechacé al principio, pero que luego agarré embriagado por la sugestión que tu presencia ejercía sobre mi.
De larga melena hasta la cintura, vaquero apretado, roto y descolorido. De ojos dispersos y mejillas morenas por el sol de la calle. Con camisa de cuadros rojos, de hombre y un aroma a arena y mar, me sentaste en una escalera y me sacaste la corbata. Yo me dejaba hacer rodeado por un mundo nuevo, distinto y motivador.
Le diste un largo trago a una cerveza y me tendiste un pitillo encendido, descubriéndome por primera vez tu sonrisa. Sincera y desigual.
- Soy Silvia - dijiste.
- Y yo libre...........- me salió sin querer
Salí de la eterna mazmorra donde se suponía que me ganaba el derecho a pertenecer al reino de los vivos y poseer un Golden Retriever y una chimenea, y me aventuré calle abajo.
Esta vez había elegido bajar en vez de subir hacia la parte de la ciudad por la que me movía habitualmente, y donde las luces y los escaparates daban brillo a unas calles abarrotadas y llenas de color.
Bajaba y lo hacía pausadamente, casi quieto, sin pensar ni por un momento si había un destino. Y a cada esquina que dejaba atrás, otras calles transversales oscuras y estrechas, aparecían como recién inventadas y puestas de repente por una mano precisa y de tentadoras intenciones. Giré.
Tomé una de aquellas callejuelas, y me sobrevino la oscuridad. Sentí mis pupilas dilatándose, y mi vista luchando por adaptarse rápidamente al repentino cambio de intensidad lumínica. Tras unos primeros pasos por un empedrado recio, de grandes bloques de granito, antiguos y usados, noté la falta de gente. Nadie me seguía y nadie me precedía. Nadie a mis costados, y ningún sonido en mis oídos. Al fondo, una tenue luz, me anunciaba la posible presencia de un lugar abierto, quizás una plaza.
A diferencia de la parte alta de la ciudad, aquí no había apenas sonidos, ni luces. Ninguna tienda que mostrara escaparate colorido y repleto de engañosos objetos que la gente solía desear, e incluso con los que llegaban a soñar y empeñar sus días. No había señales de tráfico. Ni coches. Las paredes estaban repletas de dibujos extraños. Como jeroglíficos. Letras que se me antojaban encriptadas. Trazos de spray, y ojos tristes. Manos vacías y rostros desencajados. Pero también pintadas, de cambio... una llamó mi atención. Una gran pradera verde, con una colina suave en el horizonte, y muchas personas de todos los aspectos y colores, bailando. Mientras un enorme edificio a un lado, se desparramaba destruido por la pradera...
Llegué a la luz, que en efecto era una plaza. Gente sentada, fumando. Tirada por la hierba de los pequeños jardines, hablando. Gente pintando las paredes. Gente rara para mi. Con extraños peinados, y exóticas ropas. Gente bailando en una esquina, tirándose por el suelo. Realizando imposibles filigranas al ritmo de una música repetitiva y un ritmo contagioso.
Habitaban aquel lugar gentes de todas las edades. Infinidad de personas y todas distintas. Algo que para alguien como yo, y viniendo de donde todos somos uniformados correctamente y de forma impersonal, era intrigante y cautivador.
Nadie reparó en mi presencia, excepto tu.
Te acercaste a mi, me tendiste una mano que yo rechacé al principio, pero que luego agarré embriagado por la sugestión que tu presencia ejercía sobre mi.
De larga melena hasta la cintura, vaquero apretado, roto y descolorido. De ojos dispersos y mejillas morenas por el sol de la calle. Con camisa de cuadros rojos, de hombre y un aroma a arena y mar, me sentaste en una escalera y me sacaste la corbata. Yo me dejaba hacer rodeado por un mundo nuevo, distinto y motivador.
Le diste un largo trago a una cerveza y me tendiste un pitillo encendido, descubriéndome por primera vez tu sonrisa. Sincera y desigual.
- Soy Silvia - dijiste.
- Y yo libre...........- me salió sin querer
viernes, 19 de abril de 2013
Lo Nuestro Fue Jugar
Aquella humedad se metía entre la ropa, traspasaba la piel y la carne, y se alojaba en los huesos, haciéndome sentir como un habitante más de los perpetuos inquilinos de aquel cementerio. Los sonidos de la noche silenciosa abrían visiones imposibles entre la oscuridad, y la niebla que se posaba en el cesped frío, tan solo se movía tras mis pisadas cautelosas.
Recuerdo que era martes. Una lluvia densa había caído durante todo el día, y los olores de madera mojada y piedra húmeda llegaban a mi cerebro junto al dulce sabor del licor de hierbas que llenaba la botella que me iba acercando a la boca de vez en cuando.
Miraba alrededor intentando descubrir donde estaba mi destino, pero todo lo que me rodeaba estaba difuminado y me parecía igual. Entonces, un olor cercano a flores frescas, me hizo pararme ante una de las losas que sorteaba en mi deambular paranóico.
Leí tu nombre en ella, y bebí un largo trago antes de sentarme a su lado.
Descubrí que la hierba en las inmediaciones estaba pisada. Signo de que a tu entierro, habían acudido un montón de personas socialmente consideradas.
Yo nunca fui hombre de actos sociales obligados, y aquella tarde, paseé largamente por la playa que nos había unido como Amigos, y nos había enseñado como disfrutar de lo bueno de la vida, que nunca era suficiente para nosotros.
Otro trago y olor a mar... me traicionaba el subconsciente, y te veía montado en una de aquellas olas que tantas veces e incansablemente te acercaban a la orilla para que tu, de manera tozuda y pertinaz, te volvieras a alejar de ella sonriéndole a la puesta de Sol.
El licor iba mermando en la botella, y entre mis manos unas briznas de hierba caían sobre tu tumba.
Recordé las infinitas noches en que luchamos juntos por perpetuar la oscuridad y alargar las risas. Y los eternos días que se nos antojaban cortos e irrepetibles.
Te echaba de menos ya, y te acababas de ir. Tu. El primero de los amigos en desaparecer. En morir. Y quise llorar pero no pude. Y bebí... y ese último sorbo me supo amargo.
Nunca fue suficiente mientras lo tuvimos, y empalagados de vanidad perdimos el camino de la verdad única. Pero lo hicimos más tarde que los demás, y nos llamaban necios. Irresponsables. Vividores. Y qué más daba? si eramos felices, si eramos inocentes, si disfrutamos de nuestra juventud y la estiramos hasta la debacle final. Mientras ellos, se perdieron en los campos de algodón, entre los papeles de la corrección, entre el bien y el deber, entre el cielo y la tierra. Entre la rutina y la mentira.
Me alejé sin más. Sin despedidas ni miradas atrás. Pero tu también te vas. Vienes en mi, lejos de aquel lugar. Me acompañas en los bailes, y al remar. Cuando canto y cuando bebo. Y en los ojos de los demás, cuando nos juntamos, también te veo. Y sonríes cabrón, no debes de estar mal.
Nuestros fueron el viento y el mar, las canciones y la amistad. Nuestro fue el amor.
Y lo nuestro fue jugar.
jueves, 4 de abril de 2013
Nos Haremos Dueños de Tijuana
Alguno pudo haber sido mejor en cualquier otro sitio, pero si tengo que recordar los mejores amaneceres, siempre está una furgoneta por el medio.
Invariablemente está el olor del mar, y ese fresco pegajoso en el aire, que se te pega a la piel, mientras liberas por primera vez los líquidos acumulados durante la noche. Bostezas y te estremeces meando. Mientras enfrente, el mar espectador, marca los planes del día.
El primer rayo de sol, asoma esperanzador por el pinar que hay detrás de la furgo, y la ausencia total de viento se antoja eterna. Grandes sensaciones.
La única compañía es la de las furgos de mis pinche-compadres, dormilones y relajados vecinos de todo y de siempre.
Fruta, hornillo hogareño de gas, café. Mesita y silla en el exterior, y el balcón ya está montado. El sonido de una puerta corredera, y un estornudo delatan al primer habitante de la expedición. Mismo paisaje. Un tipo agarrándosela, mirando el mar.
Al acercarse, parece el telediario.
- Buenas olas no? Hoy triunfamos.
- Pues sí, pero ya veremos si aguanta el viento sin entrar. Hace más calor que ayer. Quieres café?
- No, voy a sentarme al trono, que los chorizos de ayer de noche me mataron.
- Ya! -entre risas- Sería la cerveza...
- Tamén!! jajaja
- Despierta a Luis, que yo me piro al agua en cuanto suba un poco más.
Poner un rato el saco al sol, el traje mojado de ayer y la taza del desayuno ya fregada.
Darle un repaso gozoso al W.C. químico de tu furgo, y echar el primer pitillo, el único rico, es todo lo que he de hacer.
Después, horas de surf(en el mejor de los casos), guitarra, cervezas y charlas con los compis de viaje. Los de siempre. Alguna siestilla. Un paseo playero. Algo de lectura. Y de vez en cuando darle la vuelta al traje, para que seque bien. Buscar leña para la hoguera de la noche, y otra cerveza...
Simple pero efectivo. Y con el paso de los años, con peores olas pero más solitarias, somos más felices...
Pronto repetimos. No hay como desconectar y volver a ser niños otra vez. Y eso que nosotros, aunque cada vez menos, seguimos instalados en aquel México de Barlow, Mat y Leroy. De Sally y de Peggi. De un trago con los amigos, y de la libertad de estar con quienes siempre te encuentras bien y protegido.
Por todo eso, y porque a veces es necesario, y a mi me llegó el momento, tíos id pensando en un finde de este mes, o de principios del próximo y vámonos.
- Meeeeeeeeeexico............
martes, 5 de marzo de 2013
La Igualdad Deseada
Le llegaba al suelo. Todo lo que podía hacer para sentirse más cómodo, era recogerla en una bolsa de tela, y escabullirla entre el pantalón y ambos bolsillos.
Salir de casa era como una venganza urdida por el más bellaco de los malvados, y las erecciones espontáneas, una tortura enloquecedora.
Había vivido así 37 años ya, en la más absoluta "omerta" sobre el tema. Vivir en el interior le ayudó a huir de la playa. Y una salud de hierro, le permitió no acudir a un médico por nada importante.
La vida se le estaba haciendo demasiado larga, también. Una solución que no llegaba, le devolvería la ilusión y las ganas de vivir.
Tremenda oquedad le resultaba extraña. Nunca se había sentido bien con el vacío íntimo que la dominaba.
Era un hueco sin fondo, oscuro e interminable. Había intentado averiguar sus proporciones ella sola, pero nunca tope encontró en aquel lugar.
Eran horribles aquellos cuatro días al mes en que era más mujer que nunca. Y los remedios habituales tenía que suplirlos por un almohadón o simplemente, encerrarse en casa hasta que el desbordamiento dejara de crear olas de fluidos internos.
Aquella gruta lúgubre, siempre caliente y húmeda, poseía clima propio, y las dos voluptuosas cordilleras que la circundaban a cada lado en el exterior, finalizaban en una enorme zona de ocio. Abultada y desafiante, insensible a cualquier fricción o presión, que se pudiera ejercer de manera natural.
Un día, Eva y Gabriel se encontraron. La erección de el fue tan descomunal, que las costuras del vaquero saltaron hiriendo a dos viandantes. Y el flujo de ella, hizo resbalar a otros tantos, y colapsó una alcantarilla cercana.
La gente se apartaba, los bomberos aparecieron asustados ante tamaña visión. Era un coloso al aire, un extremo inalcanzable duro y dispuesto a percutir en aquel vacío, aquella nada, que devolvía el sonido de la sirena del camión en forma de eco amplificado. Aquel receptor natural convertido en emisor sónico, que ella dejaba ver ante la imposibilidad de su falda de mantenerse apretada a sus caderas.
El acto fue convulso. Primitivo. Rápido. Primerizo. Y acabó en una desbordante lluvia, que chorreó los edificios, la estatua del marqués del centro de la plaza y una gaviotas que pasaban inocentes. Todo acabó igual que empezó: de repente. Pero para Eva y Gabriel, algo comenzaba en ese momento. Un nuevo futuro. Una esperanza. Y aún habrían de enfrentarse a los problemas que toda pareja encuentra a lo largo de su historia, pero ellos no lo sabían. Y no les importaba. En cuestión de minutos, lo que duró su intima invasión, se sintieron unos más en el mundo. Como los demás. Algo que siempre debió de ser así, pero que no lo había sido.
Desnudos, el arrastrando el infinito ariete, y ella abierta cual espeto. Una pierna por una acera, y la otra por la de enfrente...... marcharon de la mano.
Alguien dice que en la luna aquella mañana, la NASA descubrió un pequeño cráter rebosante de un líquido blanco, denso y tibio. Los científicos no daban crédito, pero todos los indicios apuntaban a que era semen, esperma, simiente. Nunca una expedición averiguó de que se trataba aquello. Llegaron tarde. Ya la Luna Catalina, que es mujer, había drenado aquel líquido a sus adentros, sin dejar ni una gota como muestra.
Nunca vemos la cara oculta, pero aquella mañana, debió de ser iridiscente, por primera y última vez.
La Vida Fue Un Sueño
.........y al final el final, retorna a sus orígenes. Y se vuelve a empezar siempre. Y se recuerdan momentos, y paisajes. Y sabores y sonidos. Y se desea permanecer. Pero no es posible....
Permanecer y mantenerse, nunca es posible. Siempre llega el cambio, el movimiento la necesidad. Y lo haces. El instinto te mueve. Y eliges. Y el error puede llegar, y el éxito también. Pero no de la misma manera, que tu hubieras querido.
Como un día soleado se puede nublar en cualquier momento, así transcurre el tiempo. Débil, dependiente y errático. Que más da al final? Lo importante es el sol que has disfrutado, y tu actitud frente a las nubes.
Puedes hundirte y resguardarte, o mirar para arriba y salir afuera. Quizás te mojes, y pases frío. Quizás enfermes en el intento y sucumbas a los rigores de la tormenta. Pero si te resguardas, nunca llegarás a conocerte del todo. Eres tu al que debes respetar, y conocer en cada momento y situación. Y siendo tu, estarás haciendo lo correcto, aunque falles.
Ante el diluvio, a la calle. A descubrir tus posibilidades. A la pelea. A hacerse fuertes o morir y volver a empezar.
Además, nunca llovió que no escampara...... y los sueños, sueños son.
domingo, 24 de febrero de 2013
La Breve y Extraña Historia De Kung-sun Lung (I Parte)
Kung-sun Lung nunca tuvo claro de donde procedía.
El cúmulo de circunstancias que lo llevaron a permanecer encarcelado 34 años, en su China natal, es opaco y de difícil comprensión.
Nacido en 1936 entre las dos pequeñas poblaciones de Ulan y Tianjun, en la provincia de Quinghai, en el mismo centro de la República Popular China. El joven Kung-sun, filmó un primer documental a la edad de 14 años.
Cayó en sus manos una cámara de super 8, que un tío suyo dejó, entre otras cosas, a cargo de su padre para partir hacia Estados Unidos en busca de fortuna.
De 26 minutos de duración, este pequeño documental muestra, de forma muy primitiva, las costumbres de un pequeño pueblo, de apenas 130 habitantes, durante dos días de fiesta, en el verano de1950. Se considera su primera grabación, y no tiene evidentemente edición de ningún tipo, ni posterior comercialización.
El interés de Kung-sun por investigar todo lo posible en este campo, le hizo dejar su casa familiar, y abandonar las labores de cultivo a las que se dedicaba. Y en 1956, se trasladó a Wuhan. Donde comenzó a trabajar en el taller de sombreros de un cuñado. Catorce horas al día de jornada laboral, le dejaban a Kunh-sun muy poco tiempo para tratar de averiguar donde podría comenzar a estudiar o leer cualquier cosa sobre como hacer una película.
Tras dos años en Wuhan, conoció a Yao Quian. Un vendedor de cámaras de fotos, y fotógrafo de eventos y celebraciones en la pequeña ciudad. Através de el, y tras cinco meses de búsqueda, se hizo con un tomavistas de un turista francés. No existe constancia de que el turista quisiera vender su aparato, más bien se desprende de una de las dos únicas entrevistas que concedió Kung-sun, que la manera de agenciarse su primera cámara, no fue del todo limpia y legal.
jueves, 14 de febrero de 2013
Morriña
E a morte entrou sen preguntar.
E levantou un suspiro do chan.
E sacounos sen chorar.
E levounos o seu altar.
E logo de ternos secos e desfameados, cun sorriso cruel, pechou a porta outra vez. E nunca mais nunca, a volvemos ver.
Tan só recordo que era verde, fresca e ulía a xabre o seu redor. Chamabanlle, "terriña". E choraban o alonxarse dela.
Eu xa non choro, leváronme os ollos os corvos codiciosos. E ainda así, paréceme as veces que vexo un mar batendo nuhas rocas cheas de verde...... é a locura, é a desazón, porque eu morto xa estou.
E levantou un suspiro do chan.
E sacounos sen chorar.
E levounos o seu altar.
E logo de ternos secos e desfameados, cun sorriso cruel, pechou a porta outra vez. E nunca mais nunca, a volvemos ver.
Tan só recordo que era verde, fresca e ulía a xabre o seu redor. Chamabanlle, "terriña". E choraban o alonxarse dela.
Eu xa non choro, leváronme os ollos os corvos codiciosos. E ainda así, paréceme as veces que vexo un mar batendo nuhas rocas cheas de verde...... é a locura, é a desazón, porque eu morto xa estou.
sábado, 22 de diciembre de 2012
Cuento Del Tiempo Y Su Paso
Pintigrelo saltaba en el jardín dorado de los árboles caídos, Florández lo miraba atraido. Todos los Grutelas bebían a la vez, el maná de sabor rojo. El reguero vertía fresca, la dulzura del rocío, y un Birlongo distraido, cantaba milongas de oido: -No por irte mi Espifresa, vas a dejarme aquí herido, que yo canto con cualquiera como si fuera contigo.
Y al final del sendero verdadero un Trincadillo aburrido, mira riendo su sombra, mientras se come un suspiro.
Y el aire lo tiñe todo del color rosalila, y la lluvia difumina entre las floes simpatía.
En el fondo, la vieja y pertinaz Zócara que se creía Bernanzueca, disfruta mirando la escena y se despide al oído gritando: -Ya me muero, vida mía!! Llevadme junto a mi Zócaro, y dejaros de pamplinillas, que Bernanzueca nunca he sido, aunque lo hubiese querido.
Se nubla al fin la noche. Los soles se acomodan rufianes, entre la orilla y el rio. Y un Frandunguero despierto, saca la luna a paseo.
Suave noche de luz transparente que ilumina los deseos, mientras todos duermen acunando sus sueños, yo me mantengo vacío, sin anhelos. Nada llena mis noches. Ni fantasías de besos que marchan solitos, ni aventuras ilustres de trepidantes prodigios............ quizá en otros tiempos todo era riesgo y emoción, pero el Birlongo me susurró, que ya mi tiempo fue vencido, y las horas que quedan debo pasarlas solo y conmigo.
Y al final del sendero verdadero un Trincadillo aburrido, mira riendo su sombra, mientras se come un suspiro.
Y el aire lo tiñe todo del color rosalila, y la lluvia difumina entre las floes simpatía.
En el fondo, la vieja y pertinaz Zócara que se creía Bernanzueca, disfruta mirando la escena y se despide al oído gritando: -Ya me muero, vida mía!! Llevadme junto a mi Zócaro, y dejaros de pamplinillas, que Bernanzueca nunca he sido, aunque lo hubiese querido.
Se nubla al fin la noche. Los soles se acomodan rufianes, entre la orilla y el rio. Y un Frandunguero despierto, saca la luna a paseo.
Suave noche de luz transparente que ilumina los deseos, mientras todos duermen acunando sus sueños, yo me mantengo vacío, sin anhelos. Nada llena mis noches. Ni fantasías de besos que marchan solitos, ni aventuras ilustres de trepidantes prodigios............ quizá en otros tiempos todo era riesgo y emoción, pero el Birlongo me susurró, que ya mi tiempo fue vencido, y las horas que quedan debo pasarlas solo y conmigo.
sábado, 10 de noviembre de 2012
Imprevisto II
Blancas. Las sábanas se enmarañaban entre tus piernas desnudas, mientras yo intentaba apearme de aquella cama, sin despertarte.
Desnudo por el pasillo, intuí el hueco de la puerta de la cocina, y me colé. Sin encender todavía la luz, me acerqué al enorme ventanal, que daba a la terraza de madera y servía como antesala de la playa que se divisaba al fondo. Amanecía.
Azul. El cielo iba cogiendo color, mientras el olor del café recién hecho camuflaba tu perfume que reinaba por toda la casa. Era primavera ya, y mi mente recordaba aquel día que te vi por primera vez, hace ya años. Pensé en coger la bici y acercarme a comprar pan fresco, de nuevo. No lo hice. Aquel otoño había resultado intenso, buscándote. Hasta que por fin, una mañana tu perro, tras perseguirme consiguió tirarme de la bicicleta en aquella plaza desierta. Nunca sabré ni yo mismo si fue el perro o me dejé caer maliciosamente. Pero la sonrisa complice de un tipo sentado en un coche, me hizo sospechar que mi inestabilidad momentánea, no fue inocente.
Amarillo. El ambiente en casa era tenue. La madera interior, se entrelazaba con alguna pared llena de fotos en blanco y negro, que demostraban que nuestra vida estaba llena. Tablas de surf, playas, perros, el Chevy del '68, aquellas guitarras mías, tus piernas, retratos de nuestros amigos, la lluvia, tu vieja Indian Scout del '51, una moto que te había llevado por Canadá y Estados Unidos durante todo un año y que hacerla sonar te había costado tres años de encierro en un garaje, a tiempo completo. Ella era mi única competencia. En definitiva, fotos y más fotos de las que habías hecho tu forma de ganarte la vida.
Verde. La tozudez que nos caracterizaba a los dos, nos hizo insistir en el color del suelo una y otra vez, con el arquitecto de la casa. Queríamos suelo de madera, rústico, del tipo que se usa para los paseos marítimos. Envejecido y de un verde pálido, como gastado. Algo, que a la postre resultó impactante y fundamental en nuestro hogar, y alabado por todo el que entraba. Ese suelo, por el que hoy caminaba descalzo, con un café en la mano me llevaba hasta el salón.
Rojo. Al atravesar las grandes puertas de cristal que se abrían al campo, el Sol perfilaba ya las colinas cercanas, con una delgada línea de luz. Un trago más al vaso de café, y una bocanada de aire fresco despertaba mis pulmones por completo. Estirándome pensé, que sería un buen día para hacer algo juntos.
Canela. Tu cuerpo contrastaba con el color de la ropa de cama de una manera sobrenatural. Parecías estar a dos centímetros de altura de las sábanas. Tu pelo rubio, más largo de lo habitual tapaba parcialmente tu rostro y una parte de tus piernas invadía, la que hasta hacía unos minutos, era mi parte del catre. Mis ojos se posaron, en tus caderas pero rápidamente se desviaron, culpables, al final de tus largas piernas cruzadas. Y era aquella visión, mi mejor despertar.
Tras descorrer el amplio cortinón, la luz invadió nuestra habitación haciéndote mover suavemente. Me acerqué a besarte, y ese olor de nuevo me poseyó. Como podías oler siempre tan bien? Llegué a pensar alguna vez, que no existía el perfume, y que ese era tu olor natural.
Marrón. Abriste aquellos dos misteriosos ojos, que cautivaban por sus profundidad a todo el que se atrevía a mirar tras esas largas pestañas rizadas.
El día había empezado ya.
Desnudo por el pasillo, intuí el hueco de la puerta de la cocina, y me colé. Sin encender todavía la luz, me acerqué al enorme ventanal, que daba a la terraza de madera y servía como antesala de la playa que se divisaba al fondo. Amanecía.
Azul. El cielo iba cogiendo color, mientras el olor del café recién hecho camuflaba tu perfume que reinaba por toda la casa. Era primavera ya, y mi mente recordaba aquel día que te vi por primera vez, hace ya años. Pensé en coger la bici y acercarme a comprar pan fresco, de nuevo. No lo hice. Aquel otoño había resultado intenso, buscándote. Hasta que por fin, una mañana tu perro, tras perseguirme consiguió tirarme de la bicicleta en aquella plaza desierta. Nunca sabré ni yo mismo si fue el perro o me dejé caer maliciosamente. Pero la sonrisa complice de un tipo sentado en un coche, me hizo sospechar que mi inestabilidad momentánea, no fue inocente.
Amarillo. El ambiente en casa era tenue. La madera interior, se entrelazaba con alguna pared llena de fotos en blanco y negro, que demostraban que nuestra vida estaba llena. Tablas de surf, playas, perros, el Chevy del '68, aquellas guitarras mías, tus piernas, retratos de nuestros amigos, la lluvia, tu vieja Indian Scout del '51, una moto que te había llevado por Canadá y Estados Unidos durante todo un año y que hacerla sonar te había costado tres años de encierro en un garaje, a tiempo completo. Ella era mi única competencia. En definitiva, fotos y más fotos de las que habías hecho tu forma de ganarte la vida.
Verde. La tozudez que nos caracterizaba a los dos, nos hizo insistir en el color del suelo una y otra vez, con el arquitecto de la casa. Queríamos suelo de madera, rústico, del tipo que se usa para los paseos marítimos. Envejecido y de un verde pálido, como gastado. Algo, que a la postre resultó impactante y fundamental en nuestro hogar, y alabado por todo el que entraba. Ese suelo, por el que hoy caminaba descalzo, con un café en la mano me llevaba hasta el salón.
Rojo. Al atravesar las grandes puertas de cristal que se abrían al campo, el Sol perfilaba ya las colinas cercanas, con una delgada línea de luz. Un trago más al vaso de café, y una bocanada de aire fresco despertaba mis pulmones por completo. Estirándome pensé, que sería un buen día para hacer algo juntos.
Canela. Tu cuerpo contrastaba con el color de la ropa de cama de una manera sobrenatural. Parecías estar a dos centímetros de altura de las sábanas. Tu pelo rubio, más largo de lo habitual tapaba parcialmente tu rostro y una parte de tus piernas invadía, la que hasta hacía unos minutos, era mi parte del catre. Mis ojos se posaron, en tus caderas pero rápidamente se desviaron, culpables, al final de tus largas piernas cruzadas. Y era aquella visión, mi mejor despertar.
Tras descorrer el amplio cortinón, la luz invadió nuestra habitación haciéndote mover suavemente. Me acerqué a besarte, y ese olor de nuevo me poseyó. Como podías oler siempre tan bien? Llegué a pensar alguna vez, que no existía el perfume, y que ese era tu olor natural.
Marrón. Abriste aquellos dos misteriosos ojos, que cautivaban por sus profundidad a todo el que se atrevía a mirar tras esas largas pestañas rizadas.
El día había empezado ya.
miércoles, 31 de octubre de 2012
Bicho Malo
Entonces el bicho me miró, y con sorna le dije: -No me toques más los huevos y desaparece. Será lo mejor para los dos.
Haciendo caso omiso de mi intento de acuerdo, ahondo sus patas entre mis pelos, y mordió cojón e ingle a la vez.
Levanté el brazo y golpeé. La primera vez no acerté en el blanco, y un enorme moratón apareció rápidamente en mi muslo. Pero la segunda vez el golpe con el secador fue certero. En el mismo centro de la bolsa escrotal.
Tirado en la alfombra, ya casi perdiendo el conocimiento, descubrí a un lado el secador destartalado, y al otro entre mis dedos que trataban en vano de sujetar los cojones destrozados, al bicho que sin perder un segundo volvió a morder. Esta vez el capullo era su diana, y yo acabé por desmayarme no sin antes soltar un pequeño alarido chirriante y gutural, seguido de un: - Serás cabrón!!
Haciendo caso omiso de mi intento de acuerdo, ahondo sus patas entre mis pelos, y mordió cojón e ingle a la vez.
Levanté el brazo y golpeé. La primera vez no acerté en el blanco, y un enorme moratón apareció rápidamente en mi muslo. Pero la segunda vez el golpe con el secador fue certero. En el mismo centro de la bolsa escrotal.
Tirado en la alfombra, ya casi perdiendo el conocimiento, descubrí a un lado el secador destartalado, y al otro entre mis dedos que trataban en vano de sujetar los cojones destrozados, al bicho que sin perder un segundo volvió a morder. Esta vez el capullo era su diana, y yo acabé por desmayarme no sin antes soltar un pequeño alarido chirriante y gutural, seguido de un: - Serás cabrón!!
sábado, 20 de octubre de 2012
Imprevisto I
El olor a pan fresco hacía de aquella madrugada y de la pequeña plaza en la que me encontraba, un oasis alrededor del cual la ciudad serpenteaba e iba desparramándose con todo su ímpetu.
El otoño conquistaba los colores, y el primer rayo de sol despuntó tras el edificio que acogía en uno de sus bajos la panadería. A ella me dirigía esas mañanas en las que el tiempo se antoja eterno, y la necesidad de un nutritivo manjar en forma de pan recién tostado con aceite que calmara las ansias del alcohol de la noche anterior, se hacía primordial.
Bajar en bici desde mi casa en las afueras, hasta allí suponía un paseo corto de unos veinte minutos, que raramente se me hacía aburrido. No lo recorría todos los días, tan solo los necesarios. Los que se me hacía ineludible dejar pasar otro día, sin empezar a cuidar mi alimentación y mis desastrados hábitos de errante hombre mayor, solitario y despreocupado.
Pero desde aquella madrugada en la que te vi, mi soledad se me hizo insoportable, y mi despreocupación se tornó en desesperación por un estado buscado anteriormente y en el que me encontraba relajado, pero que dejaba de tener sentido ante tu presencia.
El perro que tiraba de tu brazo a través de una correa, no dejaba de moverse, mientras tu intentabas soltar su atadura para que corriera libre por el escaso trozo de campo de la plaza.
De lejos, una mujer rubia de pelo largo con vaquero cortado, camiseta blanca de tirantes, cazadora rockera mal encajada en aquellos pequeños hombros y sandalias de cuero con un ligero tacón, era el único objetivo de mis ojos. Una mujer más, vestida de la noche anterior que pasea a su perro y a la que mirar. Pero tras pasar por tu lado, con la bicicleta y descubrir tu rostro, en parte escondido tras unas Ray Ban de espejo, ver esa ligera sonrisa que tiraba de tus labios hacia un lado y como la pequeña sorpresa de un ciclista pasando a tu lado, te sorprendía y te hacía soltar un pequeño -Huy!, ya no hubo nada más en mi cabeza. Tu visión se mezclaba con tu perfume, que llevé instalado en mi olfato, hasta la puerta de la panadería.
Dejar la bicicleta apoyada en la pared y entrar a comprar, perdiéndote de vista se hizo complicado. Como si algo me obligara a no darte la espalda, a no estar solo nunca más.
Dos barras de pan recién hecho, y un pastel de crema para el bajón de media mañana supusieron tres minutos de tiempo, que en mi cabeza fueron semanas.
Comencé a pedalear de nuevo, hacía donde deberías de estar, pero no estabas.
Busqué con la vista por los alrededores, pero habías desaparecido. Y entonces tu olor de nuevo... seguí guiado por mi olfato, doblé la plaza, crucé una calle y te perdí.
Parado en aquella esquina, descubrí el calor de algo que no era el sol. Me di la vuelta y volví comiéndome el pastel.No podía esperar.
Demasiado temprano para el mundo aún, regresé solitario. Las personas descansaban todavía, y tan solo tu estabas despierta aquella mañana. Despierta para pasear a tu perro. Despierta para ser casi atropellada por un ciclista. Despierta para mi........ eso creía, inocente de mi, mientras observaba el río que corría manso al lado del camino que me llevaba de nuevo a mi pequeño castillo de placidez desordenada.
El otoño conquistaba los colores, y el primer rayo de sol despuntó tras el edificio que acogía en uno de sus bajos la panadería. A ella me dirigía esas mañanas en las que el tiempo se antoja eterno, y la necesidad de un nutritivo manjar en forma de pan recién tostado con aceite que calmara las ansias del alcohol de la noche anterior, se hacía primordial.
Bajar en bici desde mi casa en las afueras, hasta allí suponía un paseo corto de unos veinte minutos, que raramente se me hacía aburrido. No lo recorría todos los días, tan solo los necesarios. Los que se me hacía ineludible dejar pasar otro día, sin empezar a cuidar mi alimentación y mis desastrados hábitos de errante hombre mayor, solitario y despreocupado.
Pero desde aquella madrugada en la que te vi, mi soledad se me hizo insoportable, y mi despreocupación se tornó en desesperación por un estado buscado anteriormente y en el que me encontraba relajado, pero que dejaba de tener sentido ante tu presencia.
El perro que tiraba de tu brazo a través de una correa, no dejaba de moverse, mientras tu intentabas soltar su atadura para que corriera libre por el escaso trozo de campo de la plaza.
De lejos, una mujer rubia de pelo largo con vaquero cortado, camiseta blanca de tirantes, cazadora rockera mal encajada en aquellos pequeños hombros y sandalias de cuero con un ligero tacón, era el único objetivo de mis ojos. Una mujer más, vestida de la noche anterior que pasea a su perro y a la que mirar. Pero tras pasar por tu lado, con la bicicleta y descubrir tu rostro, en parte escondido tras unas Ray Ban de espejo, ver esa ligera sonrisa que tiraba de tus labios hacia un lado y como la pequeña sorpresa de un ciclista pasando a tu lado, te sorprendía y te hacía soltar un pequeño -Huy!, ya no hubo nada más en mi cabeza. Tu visión se mezclaba con tu perfume, que llevé instalado en mi olfato, hasta la puerta de la panadería.
Dejar la bicicleta apoyada en la pared y entrar a comprar, perdiéndote de vista se hizo complicado. Como si algo me obligara a no darte la espalda, a no estar solo nunca más.
Dos barras de pan recién hecho, y un pastel de crema para el bajón de media mañana supusieron tres minutos de tiempo, que en mi cabeza fueron semanas.
Comencé a pedalear de nuevo, hacía donde deberías de estar, pero no estabas.
Busqué con la vista por los alrededores, pero habías desaparecido. Y entonces tu olor de nuevo... seguí guiado por mi olfato, doblé la plaza, crucé una calle y te perdí.
Parado en aquella esquina, descubrí el calor de algo que no era el sol. Me di la vuelta y volví comiéndome el pastel.No podía esperar.
Demasiado temprano para el mundo aún, regresé solitario. Las personas descansaban todavía, y tan solo tu estabas despierta aquella mañana. Despierta para pasear a tu perro. Despierta para ser casi atropellada por un ciclista. Despierta para mi........ eso creía, inocente de mi, mientras observaba el río que corría manso al lado del camino que me llevaba de nuevo a mi pequeño castillo de placidez desordenada.
jueves, 13 de septiembre de 2012
Sin Motivos
Me estoy quedando sin ganas de contar más historias.
Es quizá el fin? O no es mas que el principio del siguiente verso en mi vida?
Un verso silencioso, apaciguado por las risas de mi alrededor. Amarillo.
Aquello que un día era tinta verde, y corría alegre y facilona, se complica, se retuerce y amarillea por renglones.
Ya no hay más que decir? O simplemente, es mejor quedarse quieto, callado y a cubierto?
La edad no existe, mas los años pasan, y yo acumulo ya los necesarios para escuchar y hablar sólo entre líneas. Con los ojos, con los gestos.
No se si tendremos un saco lleno de palabras al nacer, y lo vamos gastando durante la vida. Inteligente es aquel que las usa todas correctamente y al final puede elegir la última. Sin malgastar ni una conjunción.
Yo espero ser, por lo menos, educado, y dejar en el fondo del saco un bonito y tenue: ADIOS
Es quizá el fin? O no es mas que el principio del siguiente verso en mi vida?
Un verso silencioso, apaciguado por las risas de mi alrededor. Amarillo.
Aquello que un día era tinta verde, y corría alegre y facilona, se complica, se retuerce y amarillea por renglones.
Ya no hay más que decir? O simplemente, es mejor quedarse quieto, callado y a cubierto?
La edad no existe, mas los años pasan, y yo acumulo ya los necesarios para escuchar y hablar sólo entre líneas. Con los ojos, con los gestos.
No se si tendremos un saco lleno de palabras al nacer, y lo vamos gastando durante la vida. Inteligente es aquel que las usa todas correctamente y al final puede elegir la última. Sin malgastar ni una conjunción.
Yo espero ser, por lo menos, educado, y dejar en el fondo del saco un bonito y tenue: ADIOS
jueves, 6 de septiembre de 2012
Flacidez Acidez Y Retortijones
Nunca pensé que a mi polla tuviera que ayudarla a asomarse por la ranura del calzonzillo. Pero esa morenaza de la acera de enfrente, hace poco me la hubiera puesto tiesa.
No se si serán los años de burdeles, el exceso de alcohol en mi sangre, ese prurito enrojecido del capullo, o que el sexo con hombres me empieza a atraer. Mis últimas pajas, fueron pensando en ese tendero treintañero que envuelve tan bien las porciones del queso francés que le compro.
El caso es que no se me levanta.
Quizás debería solicitar ayuda, pero a quién? A un psicólogo? a un centro de desintoxicación? a un dermatólogo? a esa última Nicaraguense que trajeron al Club "La mareadita Caliente"? Al cura que visita el club? A un veterinario?
Bueno, seguiré rascándomela mientras me pique, y ya veremos si no me dicen nada en el Bufete.
Demasiado estirados para reprochar mis roces "casuales"......
No se si serán los años de burdeles, el exceso de alcohol en mi sangre, ese prurito enrojecido del capullo, o que el sexo con hombres me empieza a atraer. Mis últimas pajas, fueron pensando en ese tendero treintañero que envuelve tan bien las porciones del queso francés que le compro.
El caso es que no se me levanta.
Quizás debería solicitar ayuda, pero a quién? A un psicólogo? a un centro de desintoxicación? a un dermatólogo? a esa última Nicaraguense que trajeron al Club "La mareadita Caliente"? Al cura que visita el club? A un veterinario?
Bueno, seguiré rascándomela mientras me pique, y ya veremos si no me dicen nada en el Bufete.
Demasiado estirados para reprochar mis roces "casuales"......
Baraka
Asido al fin a la barandilla de estribor, sus ojos clavados en el profundo mar que se retorcía bajo sus pies, salpicándolo aún, su mente tratando de dispersar postreros y desoladores pensamientos, el capitán luchó por su vida.
Un último esfuerzo que debería dosificar, pues sentía en sus entrañas, que no tendría fuerzas para otro intento más.
El viento roló, la botavara cambió de lugar, el corazón bombeo y tras tres segundos de interminable espera, el barco basculó. En ese momento los brazos se tensaron y el cuerpo derrotado cayó en cubierta, a salvo.
Extenuado, intentó sonreir, pero la tormenta proseguía. Era el momento de ponerse en pie, aproar y aferrar el timón con fuerza.
Solo. El Atlántico y el. El viento y el. La lluvia y el. Su barco. La lucha. Y en cambio su mente lo trasladaba a miles de millas de distancia, junto a ella. Junto a su playa. En tierra. Otra lucha, otro momento.
Hoy no moriría. Pero mañana era otro día, y todo era posible allí, donde el eligió vivir, en su Baraka, en paz.
Un último esfuerzo que debería dosificar, pues sentía en sus entrañas, que no tendría fuerzas para otro intento más.
El viento roló, la botavara cambió de lugar, el corazón bombeo y tras tres segundos de interminable espera, el barco basculó. En ese momento los brazos se tensaron y el cuerpo derrotado cayó en cubierta, a salvo.
Extenuado, intentó sonreir, pero la tormenta proseguía. Era el momento de ponerse en pie, aproar y aferrar el timón con fuerza.
Solo. El Atlántico y el. El viento y el. La lluvia y el. Su barco. La lucha. Y en cambio su mente lo trasladaba a miles de millas de distancia, junto a ella. Junto a su playa. En tierra. Otra lucha, otro momento.
Hoy no moriría. Pero mañana era otro día, y todo era posible allí, donde el eligió vivir, en su Baraka, en paz.
martes, 14 de agosto de 2012
La Siento Así
Detrás no es tan oscura. Lo que pasa es que la luz la bordea, ni la roza.
Por detrás, tiene colores y aromas, y un acento suave y sensual.
A veces, mientras nadie la mira, sonrie y prepara su arsenal.
Y cuando elige a su presa y pone todo a funcionar, en implacable y mortal.
Sus golpes certeros penetran sin dolor, más al intentar desclavar su arma, te desgarra el corazón, te rompe hasta el alma y te hunde en el dolor.
Una vez, conseguí safarme. Pero cuando creí que mi vida estaba a salvo, y me solté de nuevo, volvió. Y con un giro bruscó golpeo otra vez, de frente, cara a cara. Yo no la vi, pero por detrás intuí su cálido aliento de amor, su breve paz traicionera y un regusto a placidez, que me engañó durante un tiempo.
Hoy la espero en cualquier esquina, pero estoy preparado. No presentaré batalla, la dejaré sentirse victoriosa, y cuando se crea dueña de mis actos y mi voluntad, y yo haya saciado el apetito oscuro que todos poseemos, acabaré con ella... por lo menos lo intentaré, aunque estas cosas inmortales, es lo que tienen, que no mueren nunca.
Pero por detrás, si miras bien y rebuscas entre sus cabellos, posee un punto debil. Por detrás, donde se muestra sugestiva, hermosa y entregada, posee un corazón herido, que no acepta caricias. Si penetras hasta el, y lo rozas, la eternidad desaparece, y lo que antes era prohibido, ahora se muestra tolerable y hasta consentido.
miércoles, 27 de junio de 2012
Podría llamarse Catalina, o no...
Para la luna, las mañanas son las tardes y las noches son los días. Y las tardes duerme soñando... y despierta todavía, sueña al Sol del mediodía.
sábado, 31 de marzo de 2012
EL CONDUCTOR
El tipo giró la esquina, y se encaminó por la escalera de piedra que bajaba entre los edificios. El agua recogida por los tejados bajaba por las cañerías haciendo un ruido peculiar, que se unía al de la lluvia y los pasos contra el suelo encharcado.
Ella paró fugazmente en un escaparate. Su figura, hoy invisible por culpa de una larga gabardina, era enjuta, seca. Aún así, su forma de andar y los movimientos naturales de sus gestos, hacía imposible no fijarse en ella.
El llevaba tiempo siguiéndola, imaginándola en su intimidad, y creando en su propio inconsciente un deseo irrefrenable de estar con ella.
Los martes se habían convertido en "su" día, el de los dos. O por lo menos el así lo pensaba.
Un claxon sonó cercano y el chaparrón cesó, por un momento, de empaparlo todo.
Unos metros detrás de ella, caminando por una plaza llena de árboles amarillos, pisando muchas de sus hojas ya caídas, el aceleró el paso. Había decidido abordarla, decirle lo que sentía, invitarla a un café......cualquier cosa, pero pararla.
Y entonces pasó. Un resbalón oportuno, una caída a tiempo, un traspié intencionado, y su cuerpo golpeó el suelo con brusquedad.
Ella oyó el quejido y se giró. Desde el suelo el levantó los ojos, y una leve sonrisa se perfiló en sus labios. La esperaba a ella, necesitaba su ayuda, pero una mano fuerte le agarró por la espalda, mientras una voz gruesa y profunda, que provenía de un rostro adusto y bigotudo, le preguntaba por su estado mientras le hacía recuperar la verticalidad.
El se sacudió la ropa empapada de agua, agradeció al entregado jardinero municipal el auxilio prestado, y vio como ella desaparecía tras las puertas de un gran centro comercial.
Otro martes más, perdido. Siete días de espera para volver a verla bajar de aquel bus, en aquella parada, a la hora de siempre. Como hacía ya dos meses, en que el decidió bajar con ella de aquel mismo bus, en aquella misma parada. Y hacer oídos sordos a los demás usuarios de su línea, la 3A... que increpándole por el abandono de su puesto de trabajo como conductor, no entendían el poderoso motivo que le llevaba a jugarse su futuro por perseguir, lo que hasta ese momento no era más que un sueño.
Ella paró fugazmente en un escaparate. Su figura, hoy invisible por culpa de una larga gabardina, era enjuta, seca. Aún así, su forma de andar y los movimientos naturales de sus gestos, hacía imposible no fijarse en ella.
El llevaba tiempo siguiéndola, imaginándola en su intimidad, y creando en su propio inconsciente un deseo irrefrenable de estar con ella.
Los martes se habían convertido en "su" día, el de los dos. O por lo menos el así lo pensaba.
Un claxon sonó cercano y el chaparrón cesó, por un momento, de empaparlo todo.
Unos metros detrás de ella, caminando por una plaza llena de árboles amarillos, pisando muchas de sus hojas ya caídas, el aceleró el paso. Había decidido abordarla, decirle lo que sentía, invitarla a un café......cualquier cosa, pero pararla.
Y entonces pasó. Un resbalón oportuno, una caída a tiempo, un traspié intencionado, y su cuerpo golpeó el suelo con brusquedad.
Ella oyó el quejido y se giró. Desde el suelo el levantó los ojos, y una leve sonrisa se perfiló en sus labios. La esperaba a ella, necesitaba su ayuda, pero una mano fuerte le agarró por la espalda, mientras una voz gruesa y profunda, que provenía de un rostro adusto y bigotudo, le preguntaba por su estado mientras le hacía recuperar la verticalidad.
El se sacudió la ropa empapada de agua, agradeció al entregado jardinero municipal el auxilio prestado, y vio como ella desaparecía tras las puertas de un gran centro comercial.
Otro martes más, perdido. Siete días de espera para volver a verla bajar de aquel bus, en aquella parada, a la hora de siempre. Como hacía ya dos meses, en que el decidió bajar con ella de aquel mismo bus, en aquella misma parada. Y hacer oídos sordos a los demás usuarios de su línea, la 3A... que increpándole por el abandono de su puesto de trabajo como conductor, no entendían el poderoso motivo que le llevaba a jugarse su futuro por perseguir, lo que hasta ese momento no era más que un sueño.
martes, 27 de marzo de 2012
Bajo La Fachada
Poseido padre, eterno compañero, restaurador de maravillosos instantes, fiel trenzador de alianzas imparciales. Amigo.
Vago laborioso, entusiasmado por holgar activamente en aguas saladas, escenarios mugrientos, juergas infinitas, fogosas conversaciones...
Mente retorcida de sanos arrebatos, nobles intenciones, leales actos. Insensato y siempre expuesto por placer, a las inclemencias de las lenguas más nocivas, aburridas y mentirosas frases compuestas de veneno inmortal.
Justo perdedor laureado en mil batallas, orgulloso del camino y no de las metas alcanzadas.
Borracho de sensaciones, incauto infinito, inocente confeso.
Maldita integridad que me atenaza, coartando mis más bajos instintos malignos.
Justicia natural contenida, furia, rabia, guerra!!
Vago laborioso, entusiasmado por holgar activamente en aguas saladas, escenarios mugrientos, juergas infinitas, fogosas conversaciones...
Mente retorcida de sanos arrebatos, nobles intenciones, leales actos. Insensato y siempre expuesto por placer, a las inclemencias de las lenguas más nocivas, aburridas y mentirosas frases compuestas de veneno inmortal.
Justo perdedor laureado en mil batallas, orgulloso del camino y no de las metas alcanzadas.
Borracho de sensaciones, incauto infinito, inocente confeso.
Maldita integridad que me atenaza, coartando mis más bajos instintos malignos.
Justicia natural contenida, furia, rabia, guerra!!
viernes, 23 de marzo de 2012
Final
La niebla acariciaba el suelo. Sus pasos acercándose provocaban remolinos serpenteantes sin fin.
Al llegar, su aliento calentó suavemente mis labios, mientras susurraba lentamente: -No sufras, ya estoy aquí.
Mis ojos bajaron buscando su mano, pero esta alzada señalaba al Sol. Un Sol pálido, protegido por la niebla, que no podía hacer sombra a su mirada; ni aunque sus ojos cerrados rechazaran derretir el tiempo.
- Te esperaba, desde hace tiempo - dije mientras me entregaba finalmente al último de mis viajes...
Al llegar, su aliento calentó suavemente mis labios, mientras susurraba lentamente: -No sufras, ya estoy aquí.
Mis ojos bajaron buscando su mano, pero esta alzada señalaba al Sol. Un Sol pálido, protegido por la niebla, que no podía hacer sombra a su mirada; ni aunque sus ojos cerrados rechazaran derretir el tiempo.
- Te esperaba, desde hace tiempo - dije mientras me entregaba finalmente al último de mis viajes...
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