sábado, 5 de abril de 2008

Tres Almas Y Mucho Corazón



La sensación es rara. Generalmente cuando quieres estar con un amigo o amiga, utilizas el teléfono y quedas para verlos. Si es un amigo de los buenos, y tu necesidad es urgente, el acceso es inmediato. En mi caso también se cumple esa regla. Pero con excepciones.
Tengo una amiga, a la que no he de llamar. Cierto es que no contestaría a mis llamadas. Tampoco usa palabras para darme consejos, ni calma mis ansias con caricias. En cambio, por mucho tiempo que pase sin estar con ella, nunca hace preguntas ni duda de mi fidelidad. Y siempre está ahí, para que yo disfrute de ella, como disponga.
El jueves pasado, y tras dos años de separación, volvimos a cabalgar juntos.
El día era soleado. La brisa, se convirtió en viento del este al mediodía, y el lugar de la cita, a resguardo del inclemente aire, era una playa cercana. Un pico perfecto, con la marea casi llena y las espumas a punto de nieve.
Al sacarla de la furgo, ya sentí su peso. Hacía una hora que le había puesto un vestido nuevo de Sex Wax blanda. Y ella lo notaba. Dos años en las baldas de casa, limpia y preparada, es mucho tiempo de espera, para mi amiga. Y para mi también.
Juntos cruzamos la bajada antigua de "La Factoría", y juntos atravesamos las primeras orilleras, que venían a descansar a la orilla tras su largo viaje atlántico.
Dos horas compartimos, de largas remadas e intentos de acoplamiento el uno al otro. No fui capaz de llevarla bien, excepto en una ola. Acostumbrado a otra personalidad de una sola quilla, distinto material y dimensiones, me encontré con algo nuevo.
Pasaremos un tiempo juntos. Ya que pese a no aprovechar el baño, me divertí. Y me sentí culpable de no darle lo que ella requiere, para lo que está hecha y el motivo de nuestra amistad. Una amistad prostituida por el dinero que me costó, pero consolidada por las horas de salitre compartidas.
Gracias guapa.