martes, 26 de febrero de 2008

Hasta Que La Muerte Os Separe

Mordiendo las heridas nuevamente
siento tus nervios entre mis dientes
tu cáliz mana de mi boca, cálido y vivo
se desliza por mi pecho, turbio.
Tus ojos, abrumados por la rapidez del ataque
buscan un encuadre final.
Los pies que antes te sostenían,
pierden el aplomo y se rinden
Caes y yo contigo
Sin seguir regla alguna,
tu cuerpo trata de luchar
tu cabeza golpea mi sien
tus manos me alejan de ti.
El golpe resultó admirable,
pierdo la consciencia
Me hundo, mi pecho se rompe
buscando el aire que me falta.
La sangre desborda mis ojos
y reconozco el sabor de la batalla perdida.
Una detonación final en mi cerebro
inunda mi cabeza y apaga mi ser.
Te contemplo de pie, mirando.
A salvo.
Triste y viva.

lunes, 25 de febrero de 2008

La Huida III

De un verde intenso, y tranquilo como un día sin viento. Se sentó en unas escaleras que bajaban hasta una cala de piedras, buscó en su bolsillo y sacó el tabaco. Observaba al mar como si estuviera buscando los misterios que este guarda
en las profundidades. Sus ojos no estaban acostumbados a tan largas panorámicas y la sal que condimentaba la brisa le hizo gotear la nariz.
Buscó conchas, tomó el sol. Se bañó y probó el sabor de tan espectacular hallazgo. Saltó desde las rocas y corrió por la orilla hasta hacerse casi de noche. Luego se vistió. Tumbado boca arriba en uno de los jardines del paseo marítimo, escuchaba las olas en la orilla. Pensó en quedarse. El mar era motivo más que suficiente como para abandonar el viaje. Se imaginó pescando. Mayor y barbudo. Fumando en pipa mientras recogía el sedal. En un barco, proa al sol del atardecer, dejando atrás el pueblo. Se vió capaz de transformarse en lo que no era, de convertise en marinero curtido, de navegar en un mar sin dueño.
Frío y con temblores despertó del sueño. El tráfico en la calle era abundante y las miradas de la gente, las sentía como arponazos a traición.
Se puso en pié y se alborotó el pelo al rascarse. Mirando al mar pensó en intentarlo.
Adentrándose por las estrechas callejuelas del puerto, se sintió como al comienzo del viaje. Sin darse cuenta que había llegado al final.