miércoles, 8 de mayo de 2013

Un Amigo

...casi sin tiempo, como siempre, azuzado por los compromisos, J.A. recogió sus enseres y se encaminó a un nuevo emplazamiento.
Esta vez, ya que no era la primera y había aprendido de errores anteriores, se llevó consigo lo que no se ve, lo que no se toca, sus pensamientos más íntimos, sus ideas y todo aquello que le confiere esa personalidad abrupta y sin recelos.
Allí dejó, tan solo tiempo. Que ya es mucho dejar.
J.A. sentado y pausado, enmarcó el momento, pero no se apresuró a disparar, sabedor de que el instante nunca es buscado si no encontrado súbitamente y tratando de no pestañear.
Sin darse cuenta llegó, y en el tiempo que transcurre entre que el dedo aprieta el disparador, y el obturador comienza a moverse, su cerebro le brindo el tiempo necesario para repasar los últimos siete años de su vida. De regalo, su cabeza empezó a recordar...... el lugar elegido para pasar la vida, la compañía elegida y recíprocamente correspondida, las decisiones de mantenerse fiel a sus principios y abandonar aquel grupo de locos engreídos a tiempo, los descansos, los momentos de pasear al trote por los acantilados escuchando bestias pardas por las silveras y sin creerse ni un ápice de la "paranormalidad" fanática de los crédulos. Los sinsabores y las satisfacciones de ser diseñador y obrero a la vez de su propia morada, y la grandeza de la humildad y la generosidad. Y ese sabor de hierbas líquidas que le genera tantos periquetes cómplices y no menos partícipes compañeros de ratos dulzones y evocadores...
Todo parecía eterno, pero un click sonó y devolvió a J.A. a la realidad. En la pantalla su hija mayor y el enano de sus ojos. Se quedó contemplando sus caras, y detrás la puesta de sol se revelaba sincera por fin.
Con ellos pululando alrededor, nada acaba, ningún día es finito, y el tránsito final cobra sentido.
Que sus dedos sigan apretando ese botón amenudo, y mezclando sabiamente las cañas con las hierbas. Que sus ojos vean todo lo bueno y sus palabras nos acompañen en las largas veladas estivales, donde sus hijos y el mio se hacen más conductores que pasajeros, aunque nosotros siempre los veremos en el asiento de atrás, y nos creeremos sus guías y maestros......sin ser más que faros que se alejan por momentos.
J.A. recupera el tiempo perdido, la vida fue y no será. El zumo es producto de la presión con que se apriete el fruto, y nuestro deber es dejarlo seco.
J.A. envejecerá con nosotros, sin querer...

Una Mañana

Que duda cabe que la mañana estaba resultando algo más que monótona. Demasiadas ganas de desaparecer y un sorpresivo ímpetu, desencadenaron los acontecimientos.
Salí de la eterna mazmorra donde se suponía que me ganaba el derecho a pertenecer al reino de los vivos y poseer un Golden Retriever y una chimenea, y me aventuré calle abajo.
Esta vez había elegido bajar en vez de subir hacia la parte de la ciudad por la que me movía habitualmente, y donde las luces y los escaparates daban brillo a unas calles abarrotadas y llenas de color.
Bajaba y lo hacía pausadamente, casi quieto, sin pensar ni por un momento si había un destino. Y a cada esquina que dejaba atrás, otras calles transversales oscuras y estrechas, aparecían como recién inventadas y puestas de repente por una mano precisa y de tentadoras intenciones. Giré.
Tomé una de aquellas callejuelas, y me sobrevino la oscuridad. Sentí mis pupilas dilatándose, y mi vista luchando por adaptarse rápidamente al repentino cambio de intensidad lumínica. Tras unos primeros pasos por un empedrado recio, de grandes bloques de granito, antiguos y usados, noté la falta de gente. Nadie me seguía y nadie me precedía. Nadie a mis costados, y ningún sonido en mis oídos. Al fondo, una tenue luz, me anunciaba la posible presencia de un lugar abierto, quizás una plaza.
A diferencia de la parte alta de la ciudad, aquí no había apenas sonidos, ni luces. Ninguna tienda que mostrara escaparate colorido y repleto de engañosos objetos que la gente solía desear, e incluso con los que  llegaban a soñar y empeñar sus días. No había señales de tráfico. Ni coches. Las paredes estaban repletas de dibujos extraños. Como jeroglíficos. Letras que se me antojaban encriptadas. Trazos de spray, y ojos tristes. Manos vacías y rostros desencajados. Pero también pintadas, de cambio... una llamó mi atención. Una gran pradera verde, con una colina suave en el horizonte, y muchas personas de todos los aspectos y colores, bailando. Mientras un enorme edificio a un lado, se desparramaba destruido por la pradera...
Llegué a la luz, que en efecto era una plaza. Gente sentada, fumando. Tirada por la hierba de los pequeños jardines, hablando. Gente pintando las paredes. Gente rara para mi. Con extraños peinados, y exóticas ropas. Gente bailando en una esquina, tirándose por el suelo. Realizando imposibles filigranas al ritmo de una música repetitiva y un ritmo contagioso.
Habitaban aquel lugar gentes de todas las edades. Infinidad de personas y todas distintas. Algo que para alguien como yo, y viniendo de donde todos somos uniformados correctamente y de forma impersonal, era intrigante y cautivador.
Nadie reparó en mi presencia, excepto tu.
Te acercaste a mi, me tendiste una mano que yo rechacé al principio, pero que luego agarré embriagado por   la sugestión que tu presencia ejercía sobre mi.
De larga melena hasta la cintura, vaquero apretado, roto y descolorido. De ojos dispersos y mejillas morenas por el sol de la calle. Con camisa de cuadros rojos, de hombre y un aroma a arena y mar, me sentaste en una escalera y me sacaste la corbata. Yo me dejaba hacer rodeado por un mundo nuevo, distinto y motivador.
Le diste un largo trago a una cerveza y me tendiste un pitillo encendido, descubriéndome por primera vez tu sonrisa. Sincera y desigual.
- Soy Silvia - dijiste.
- Y yo libre...........- me salió sin querer

Tururú

Allí arriba en la cima en la que habitas, faltan lágrimas. Aquí debajo de tu morada, sobran llantos. Y en tu nombre se cometen atroces banquetes de sangre y dolor.
Yo no te encuentro por ningún lado, aunque mil templos de oro te construyan, o rebusque en mi interior, hasta que cientos de mis entrañas se mezclen con mis sesos. Pero si eres y existes, si sientes y ves, si oyes y estás... haz algo ya, o desaparece de su inconsciencia para siempre, valiente fantasma cósmico.