lunes, 3 de marzo de 2008

Letal

El día que me muera, desde luego no sonarán violines ni coros de ángeles cantando melodiosas y sacras tonadillas. No se abrirán las nubes y un rayo rasgará el cielo proveniente de un foco de luz divina y celestial. No habrá túnicas doradas ni vírgenes voluptuosas que bajo una diadema de rojas rosas me eleven de mi pesado cuerpo terrenal para acercarme definitivamente al descanso eterno. Descanso eterno, que en mi caso sería la desdicha más grande que se le puede hacer a alguien, al que le hierve el culo cada vez que el mar, el viento y la marea quedan para montar algo.
El día que me muera, lloverá como nunca antes se recuerda. El cielo se mantendrá oscuro y tenebroso, y los augurios de calma tardarán en aparecer. Una distorsionada guitarra con pastillas Humbucker, tronará desde dentro de los cimientos de la tierra. Y un "demonio" con cara de Neil Young y vaqueros rotos, voz inolvidable y mirada desafiante, gritará desde los cuatro puntos cardinales una de sus canciones. Un punteo pesado e interminable, acompañará las olas de un mar inquietante y más vivo que nunca. Los árboles se agitarán con cada estrofa. Y el viento llevará las notas más alto, más lejos y más fuerte que nunca.
Y me iré a vivir una eternidad de suradas y olas pachangueras. Y surfearé hasta la extenuación. Y por las noches, viviré el Never Ending Show del maestro Neil y su caballo loco. Para amanecer, día tras día, en esa playa de los vientos perfectos y las olas domingueras, con el sabor de la Estrella Galicia en la garganta y el sonido de los bafles en los oídos.
Y así, por fin, el óxido habrá hecho su trabajo.
Bueno, pensándolo bien, las vírgenes voluptuosas sí pueden venir….

Same thing that makes you live can kill you in the end. NEIL YOUNG.