jueves, 6 de septiembre de 2012

Flacidez Acidez Y Retortijones

Nunca pensé que a mi polla tuviera que ayudarla a asomarse por la ranura del calzonzillo. Pero esa morenaza de la acera de enfrente, hace poco me la hubiera puesto tiesa.
No se si serán los años de burdeles, el exceso de alcohol en mi sangre, ese prurito enrojecido del capullo, o que el sexo con hombres me empieza a atraer. Mis últimas pajas, fueron pensando en ese tendero treintañero que envuelve tan bien las porciones del queso francés que le compro.
El caso es que no se me levanta.
Quizás debería solicitar ayuda, pero a quién? A un psicólogo? a un centro de desintoxicación? a un dermatólogo? a esa última Nicaraguense que trajeron al Club "La mareadita Caliente"? Al cura que visita el club? A un veterinario?
Bueno, seguiré rascándomela mientras me pique, y ya veremos si no me dicen nada en el Bufete.
Demasiado estirados para reprochar mis roces "casuales"......

Baraka

Asido al fin a la barandilla de estribor, sus ojos clavados en el profundo mar que se retorcía bajo sus pies, salpicándolo aún, su mente tratando de dispersar postreros y desoladores pensamientos, el capitán luchó por su vida.
Un último esfuerzo que debería dosificar, pues sentía en sus entrañas, que no tendría fuerzas para otro intento más.
El viento roló, la botavara cambió de lugar, el corazón bombeo y tras tres segundos de interminable espera, el barco basculó. En ese momento los brazos se tensaron y el cuerpo derrotado cayó en cubierta, a salvo.
Extenuado, intentó sonreir, pero la tormenta proseguía. Era el momento de ponerse en pie, aproar y aferrar el timón con fuerza.
Solo. El Atlántico y el. El viento y el. La lluvia y el. Su barco. La lucha. Y en cambio su mente lo trasladaba a miles de millas de distancia, junto a ella. Junto a su playa. En tierra. Otra lucha, otro momento.
Hoy no moriría. Pero mañana era otro día, y todo era posible allí, donde el eligió vivir, en su Baraka, en paz.