viernes, 28 de noviembre de 2008

Carpe Diem

Al sumergirme, todo cambia. Mi alrededor se vuelve de un azul intenso. Y los movimientos se ralentizan.
El sonido practicamente desaparece. Sólo un zumbido colma mis oídos.
Un instante de tranquilidad absoluta, tan fugaz como placentero.
Enfrente, una masa gaseosa de un potente color blanco, pasa rozandome la espalda. Como una leve caricia que eriza suavemente el vello.
Tras la espuma, el paisaje vuelve a transformarse. Un sol difuminado por un velo azul, me indica el camino. Presiono el punto indicado, y me dirijo hacia el.
El aire se mezcla con el agua salada en mi nariz. Respiro.
Con un movimiento reflejo, recoloco mi posición mientras busco a mi hermano.
A mi lado, aparece, oteando en la distancia la siguiente ola.
Esta fue otra más de las muchas que hemos pasado ya en los últimos veinticinco años.
Siempre juntos.
El sol, tiene el tiempo justo de templar mi espalda entre ola y ola.
El ritual se repite. Cojo aire. Me encojo. Y extiendo los brazos.
Al sumergirme, nada cambia. El mismo paisaje aparece ante mi.
Entre tanto, disfruto imperturbable del instante.
Y me paro a observar y recapacitar como siempre. Y mascullo mis pensamientos. Y miro a mi hermano otra vez. Y veo en lo que me he convertido. Gracias a el. Gracias a todos.
El maestro era inmejorable, y el alumno se aplica en cada momento.
Nada de lo dejado atrás es en vano. No hay esfuerzo inútil. La voluntad se fragua en cada aliento.
Y disfruto imperturbable del instante. Como tu dijiste: Disfruto mientras puedo!
No lo dejes de hacer tu.