jueves, 14 de febrero de 2008

La Huida I

Sentado en las escaleras del bar, con el gorro de lana en la mano, mirando las nubes que ocultaban ligeramente el sol, decidió continuar el viaje. Y era algo complicado tomar esa decisión. Dejaba atrás una irrelevante pero segura existencia en un barrio acomodado, de la ciudad que lo vio nacer y crecer, un trabajo gris de supervivencia, por un camino desconocido, aunque mil veces soñado.
Tras unos minutos en la cuneta, haciendo dedo, una furgoneta con cortinas en las ventanas, paró.
- Te llevo? -Una mirada rápida al interior confirma las sospechas. -Un guiri - piensa.
- Bien, pero no te puedo pagar nada...
-Nadie te lo va a pedir. -Ya de camino, la lluvia comienza a cubrir las lunetas laterales, y el ruido hace practicamente imposible escuchar la música de fondo, suaves guitarras acústicas y voces melodiosamente rasgadas.
- Donde vas?
- Puedo fumar aquí dentro?
- Claro, espera que abro un poco... - la luz de la llama ilumina cálidamente su cara, mientras la mantiene junto al pitillo. Su mirada, perdida entre la guantera y el suelo.
- A donde voy no lo se -contesta echando el humo y mirando hacia fuera -Pero sé de donde vengo, y no me apetecía continuar allí.
- Bueno yo te puedo dejar en el pueblo, ¿sabes donde quedarte?
- No te preocupes, para dormir con cerrar los ojos me llega.
La carretera se pierde entre los arboles y el agua de la lluvia borra el rastro dejado por la furgoneta en la carretera.

martes, 12 de febrero de 2008

Paseando


El mar como un inmenso escaparate da color al paisaje dunar por el que nos movemos. La sal transportada en el aire, transforma los tonos, de las madrugadoras flores del final del invierno, palideciendo su vital color. El paseo de madera de la punta de la playa, nos dirige hacia la arena, mientras intercambiamos poses y enfoques en distintas fotografías. Aran y Tere charlan mientras Martita corre de un lado al otro sin descanso. Ni para sus tenis, ni para sus acompañantes. Edu, perdido en la distancia focal detrás de su cámara, camina pausado entre click y click. El sol, en su camino diario al abismo de agua que lo ciega, se muestra cálido pero no abrasador. Un nordés ligero, augura con sutileza la llegada del buen tiempo, y estropea las suaves olas que se acercan a Esquinita's Point esta tarde. Perdido en los sótanos del pasillo de madera, buscando el encuadre final, mi móvil estropea la quietud con un sonido apremiante. Del otro lado Carlos Pita, acabado de salir del agua, viene a nuestro encuentro. El paseo tiene propiedades analgésicas en mis ansias de surfear, y recapacito sobre las tardes futuras en compañía de mi pequeña/o aprendiz de humano... placidamente, ya en la orilla, organizamos la vuelta y una vez en la loma, concretamos la cena, juntos también. Una tarde más, lo hemos logrado. Sin surf, disfrutamos de esas otras cosas, que a veces, muchas veces, las olas nos impiden ver. Aunque sabemos que estarán ahí, ¿siempre?