lunes, 9 de diciembre de 2013

Tattooed Everything

"Sábanas vacías, intactas sábanas de arcilla", es la primera frase de su canción preferida, y quizás la mía.
Sonrisa completa, sincera y nítida como su alma. Como sus ojos y su mirada.
Cómplice de un concierto en tierras lejanas, y poco más. Pero conexión total en tan breve espacio de tiempo. Lola me mostró quizás, la melancolía feliz que lo invade todo, simplemente en una charla.
No concibo la manera de vivir de otro modo, más que al cien por cien. Y me consta que junto al amigo Barbakana, no se puede vivir de otra forma más que quemando el segundero y respirando momentos auténticos. Vaya dos tipos!!
Nadie como Lola debería irse nunca. Gente como ella, hacen que quienes los rodean olviden sus ganas de matar, y de escupirle al mundo. Hacen sonreír en colores a los que tristes vagamos día a día por un prado en blanco y negro. Hacen que beber carezca de sentido, y que las resacas sean paisajes fantásticos de un planeta imaginado en un sueño lisérgico.
Ojalá la hubiéramos conocido antes. Envidio a quienes disfrutaron con ella tanto tiempo. Creo que podríamos haber sido buenos amigos. De los que comparten caminos sinuosos de ásperos guijarros, puntos finales, partiendo de salidas diferentes. De los que elijen la senda, y no se dejan llevar.
Abur Lola, dentro de un rato nos volvemos a ver, porque I'm spinning whooooaaaaaa I'm spinning how quick the sun can drop away........

domingo, 24 de noviembre de 2013

Bzzzzzzzz Bzzzzzz

El abejorra, porque con esos colores muy abejorro no era, llegó junto al hipopótamo que placidamente descansaba en el agua, que era donde más le gustaba ver la vida pasar. Y se posó en su lomo.
Parecía agradable relamiendo el dulce néctar que el mismo anteriormente había libado. Tras una amistosa charla con el hipopótamo se descubrió su estrategia. Que no era otra que pasar por encima de la chepa del mamífero acuático y acercarse a sus amigos hipopótamos, para llegar al otro lado del lago. Ningún problema hubiera surgido si no fuera porque  el abejorra venía acompañado de una garrapata. Que parasitando y chupando la sangre, fue infectando a toda la manada. Hasta que Cláudio, un "hipo" de las altas tierras del volcán, que eran más listos y avezados en cuestiones de malos bichos, se apartó justo cuando el abejorro y su molesto parásito saltaban hacia el.
El resultado fue una caída lastimosa al agua, donde terminaron por ahogarse. Es bien sabido que los abejorros no pueden nadar.
MORALEJA: Si eres abejorro, ten en cuenta que no puedes nadar, y bordea el lago.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Don Diablo

Esta noche el diablo ha entrado en mi cabeza. En cuanto me ha visto allí dentro, ha salido por el oído derecho "a fume de carozo", que decimos en mi país.
Y es que, dentro de ese círculo deforme al que llamamos cabeza, es donde habita todo. Así, ese pobre fantasma ha dejado un olor a azufre nauseabundo, pero al ser un ser imaginario y encontrarse con su verdadero hacedor, le han entrado unos temblores malsanos, y sin dudarlo se ha ido a buscar setas. Podría decirse que vio a dios. Y creedme que yo dios, visto por dentro debo de asustar todavía más que en mi deforme forma visible.
Al estar todo contenido en nuestra masa cerebral, es sencillo ser dios, sin comprometer mucho la integridad del bien ajeno. Y teniendo en cuenta que los ajenos, cada uno de ellos son dioses también en su interior, se demuestra la multideidad de la humanidad. Eso sí, en un estado íntimo, hondo, personal y entrañable.
Llegado a este punto, cada divinidad tiene su propio código. Tiene establecido que está bien y que está mal. Cuando algo está bien, y cuando está mal y es divertido. Incluso quien es bueno y quien es un enorme cabrón con intereses ocultos.
Así sea entonces! Existen infinidad de mandamientos, reglas, códigos y preceptos distintos. Y la pregunta es, como karallo vas a convertirte en un santo, o puro inocente ser para todos los demás individuos? Pues es imposible. Todos somos pecadores, infieles y culpables para unos u otros. Cuanto antes lo descubráis mejor. No se puede ser un bienaventurado a ojos de todos esos dioses. Intentarlo es, para mi, una grosería. O más bien, hablando del tema que hoy nos ocupa, una blasfemia.
Existen quienes creyéndose hacerse a un lado siempre, intentan comulgar con todos. Pero al final, eso es escoger también, y arderán en algún fuego eterno por su intento fariseo de santidad universal.
Y aquellos que siendo fieles a su doctrina interior, actúan en consecuencia, son los ultrajados mártires supremos. Esos que asustan por su sinceridad y que se exhiben en plaza pública, como aviso hipócrita de transgresión al bienestar común. Falso estatu quo en el que habitan los todopoderosos. Esos que son mayoría, y que como mayoría imponen una doctrina común consensuada de cara al exterior, pero que se revuelca lujuriosa con sus pensamientos privados más lúgubres y tenebrosos.
Así damos a luz y concebimos nuestro mundo real. El día a día que nos aplasta como una losa granítica, no es más que el resultado de una lucha interna entre el dios que creemos ser, y el diablo que intentamos enterrar entre el lóbulo frontal y el hipotálamo, con escaso éxito.

Un Cuento

Tener la posibilidad de escoger, es una riqueza y un seguro. Mantenla siempre!!
Ahora bien, tenerla no asegura una buena elección. Así que la posibilidad de cambio es, a todos los efectos, imprescindible.
Moraleja: Guarda los tickets.

sábado, 26 de octubre de 2013

Desayuno Con Amantes

- Leche?
- No gracias.
- Esta noche no me ha sentado del todo bien que no estuvieras esperándome.
Tras mascar importunado. - No pude, simplemente no pude.
- Seguí el camino sola, y no me fue todo lo mal que esperaba.
- Yo me alegro. De verdad. Me pasas el zumo.
- No digo que fuera mejor, simplemente fue algo distinto. Me divertía la experiencia de ir sola.
- Gracias. Claro, sé lo que es eso. Tu decides en todo momento, para ti.
- No digo que no estuviera bien permanecer juntos...pero constantemente decidíamos pensando en común, y no siempre hubiera tomado las mismas decisiones si fuera sola. Creo.
- Ya. Yo no es que esta noche no quisiera estar, bueno realmente no quería, para que nos vamos a engañar. Pero no fue premeditado, simplemente cerré los ojos y me fui a otro lado.
- Lo entiendo. Voy a coger otra tostada, quieres más?
- No, con dos me llega. Por cierto, lograste ver el final?
- No. Una vez más, en la mitad del camino, todo desapareció y surgió una nueva senda. Pero esta vez era distinta a cuando vamos juntos. Era otra.
- Era más bonita?
- No lo sé. Recordé lo andado juntos, y decidí despertar. Quizás pienses que no me atreví a explorarla... y seguramente tengas razón. Pero, no sé.......... es algo que atrae, no sin vértigo, pero atrae.
- Bueno, en este caso no se puede desandar los pasos dados. O quizás sí, nunca hemos probado.
- Seguramente sí se pueda, pero yo creo que nunca nada sería ya igual.
- Probablemente. Bueno, me voy a duchar que llego tarde.
- Sí, yo también me voy. Comemos hoy?
- Sí, estaría bien. Donde siempre a las dos?
- Vale. Dejo la cocina así, ya la recogeremos que me es hora.
- Ok. Oye una cosa, quizás esta noche, lleguemos por fin a ver el final.
- Sí. Aunque ya te digo que no me importa experimentar de nuevo, e intentar seguir el camino desconocido. Si tu no apareces.
- Vale, veremos como nos va al acostarnos. Pero si no coincidimos en el sueño, nos lo contamos desayunando, vale?
- Me gusta la idea. Recuerda la comida, y si no puedes ir llámame.
- Venga, un besazo guapa.
- Otro, abur.

miércoles, 16 de octubre de 2013

Sweet Home

Nunca podría volver a hacer aquello otra vez. Ni por crueles que fueran las circunstancias podría volver a recomponer aquel espantoso escenario de desolación. Aquello había sido el final.
Paula se prometió a si misma que tenía que dejar de ahogar a Pedro de aquella miserable manera. Su aprensión a las relaciones sociales, su falta de empatía con los demás y sus complejos de bicho raro, no podían afectar a su novio hasta el punto de la desesperación. El no tenía la culpa de su estado. Y siempre había intentado sacarla del hoyo, o por lo menos hacer que dejara de escarbar para hundirse más.
Al principio no era demasiado tortuoso. Aceptaba el mundo exterior, como un paréntesis al desarrollo de su vida perfecta, metida en casa. A resguardo.
Salía con Pedro y lo pasaba bien, era el principio de una aventura, se sentía cómoda y todo a su alrededor desaparecía cuando estaban juntos.
Poco a poco, se fue encerrando. Las miradas la lastimaban, las conversaciones la aburrían y es que todos ahí fuera, parecía que vivían una vida plena, de salidas y entradas, de risas y fiestas, de complicidades eternas.
Primero fueron las pastillas para dormir. Enganchada a la televisión se pasaba el día con tranquilizantes. Su alimentación sufrió un lastimero cambio hacia el desastre total, y raro era el día que comía algo fresco o natural. Comida en latas, en bolsas y precocinada era lo que la mantenía.
El tabaco, que nunca le había gustado, se convirtió en el fiel aliado, el compañero inseparable.
Hacía mucho tiempo que había dejado de salir con sus amigos. Los últimos años, se habían convertido en un continuo suplicio de críticas, y desvaríos varios, y ya nadie la soportaba.
Pedro sufría innumerables gritos y chantajes de todo tipo. No podía ver a nadie, todos eran malos. No podía tocarla, el rechazo a su propio cuerpo se había convertido en un verdadero drama. Sus relaciones desaparecieron, a la vez que los antidepresivos tomaron las riendas de su vida.
Pedro lo había intentado todo, pero estaba rendido. Escapaba de vez en cuando y se reunía con los amigos del barrio. Partida de baloncesto y cervezas. Pero cada huida significaba otro horror al volver a casa.
Paula estaba condenada. Nueve años ya de aislamiento y soledad eran muchos.
Su cabeza estaba habitada tan solo por fantasmas. El del odio, la envidia y la rabia hacia los demás.
Era jueves, y se prometió a si misma que Pedro merecía algo mejor, que no llegarían juntos al fin de semana.
El día siguiente voló desde el décimo primer piso. Antes de saltar, se fijó en la gente que charlaba en la terraza del bar que había enfrente de su edificio. Reían amigablemente, sin ningún signo de maldad en sus gestos, y ninguna mirada de reojo inquisidora.
Bajaba cabeza abajo por el séptimo piso, con el camisón ceñido al cuerpo por el aire, sin emitir ni un sólo quejido, y no pudo ver a Pedro que se bajaba en aquel preciso instante del coche, al lado del portal.
Sonriendo saludó a un vecino, y se puso las gafas de sol, dudó por un instante en acercarse a tomar una cerveza al bar de enfrente, pero finalmente recordó que Paula le había prometido que esa misma tarde saldría de casa, y dando un paseo hablarían de su problema.
Un sonido fuerte y seco, fue la primera señal, de que irremediablemente la vida de Pedro cambiaría ese día para siempre.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

El Viejo Cine Olympia

Barcenas pudo haber trabajado en aquel cine que tanto le gustaba.
Bobinar películas. Y proyectarlas era una tarea que lo tenía fascinado. El olor de las palomitas, las luces del ambigú y el sonido de la maquinaria funcionando lo habían enganchado de tal manera, que raro era el día que a la salida del colegio, no pasaba por la sala a ver a Benancio, que así se llamaba el encargado por aquel entonces.
Habían pasado los años, y Bárcenas ya había pasado alguna película el solo. Benancio se hacía mayor, y a menudo dormitaba entre escena y escena. Únicamente Sofía Loren lo mantenían despierto.
Además de pasar alguna cinta, también había aprendido a rellenar la nevera del bar, vender entradas y solucionar algún tema de mantenimiento. Como conservar encendido aquel foco maldito que siempre se fundía en el patio de butacas.
Pero lo que más le gustaba desde hacía un tiempo, era llevar las cuentas. Gracias a los estudios de bachiller que cursaba por aquel entonces, Benancio le dejaba encargarse de los asientos contables, la distribución de compras a proveedores y negociar con el banco. Pagar mercancía, alquiler de películas y tasas, y manejar un pequeño remanente de las ganancias que quedaban a fin de mes.
Bárcenas, era feliz. Las finanzas de aquel pequeño cine eran un hobby para el. Poco a poco dejaron de interesarle las tramas que se urdían en las películas, y profundizó más en el estado de cuentas del negocio.
Un día descubrió que con el saldo de los beneficios, una vez descontado el sueldo de Benancio y los gastos, se podía hacer algo. Y Bárcenas lo hizo.
Entregando una pequeña cantidad de pesetas en un sobre a un concejal del pequeño ayuntamiento, logró que declaraban monumento histórico al viejo cine, e incluirlo, debido a su calamitoso estado, en la lista de edificios a restaurar del pueblo.
Fue así como negociando después con la empresa que realizó las obras, pudo hacerse con una parte del presupuesto de la restauración, al desviar material hacía otras obras que tenía el constructor, quedándose él con la parte correspondiente del dinero del ayuntamiento.
Bárcenas en pocos años creó una reputación en su pequeña ciudad, y se hizo con el edificio del Ateneo, la biblioteca y un pequeño salón de baile.
Con el tiempo Benancio murió, y Bárcenas le compró a su heredera, una hija que tenía Benancio en México, el vetusto cine.
Llevaba ya dos años sin abrir, tal era su lamentable estado . No obstante logró reinaugurarlo, y que el ayuntamiento lo declarara "edificio ruinoso". La demolición fue gratuita, gracias a sus contactos con las empresas de construcción. Y la recalificación del terreno instantánea. Bárcenas era ya por aquel entonces, concejal de urbanismo.
Un hermoso hotel ocupó el sitio del antiguo cine. Y detrás de el, un edificio de pisos se construyó en el solar del Ateneo. La biblioteca ardió un buen día, y unas galerías comerciales se establecieron en su lugar.
Bárcenas había llegado a la Diputación Provincial. Casado con la única hija del mayor constructor de la región, sus vínculos con varias empresas privadas eran cada vez más notables.
Los edificios caían por docenas, y otros se levantaban en sus emplazamientos. Gasolineras, bancos y hasta un viejo hospicio fue "renovado" por un complejo de chalets adosados.
Todo había cambiado, Bárcenas era millonario y muy influyente. Pero un día, años después, visitó los nuevos cines con su hijo. Y no fue agradable descubrir como las palomitas no sabían igual. El sonido de aquella maquinaria no era el mismo y sobretodo, que Benancio, aquel que le había brindado su primera oportunidad y junto al que había pasado tantas tardes, ya no estaba.

martes, 24 de septiembre de 2013

El Capi

Era yo el que estaba en aquel puerto solo, mientras el capitán partía por última vez, y llevaba su nave a la mar entre brumas otoñales.
Recuerdo la madrugada, fresca pero no fría. Húmeda como las cuadernas tras una singladura.
Me descubrí a mi mismo, mientras me despedía de él. No era muy consciente de lo que estaba ocurriendo a mi alrededor. Creí estar en aquel embarcadero, rodeado de actividad. Con marineros que entraban en el barco saludando al capitán amigablemente. Familias despidiéndose. Furgonetas de reparto, trayendo la mercancía de última hora al navío. Y música, siempre suenan canciones en mis recuerdos. Esta vez sonaba una letra reconocida: -Ay mi pescadito no llores ya más........ - creo adivinar que era de una película, quizás con Spencer Tracy.
El barco hizo sonar su grave bocina, por primera vez, y yo lo busqué para despedirme, y una vez más no lo encontré.
Su vida había sido un contínuo ir y venir. Capear temporales. Transportar navíos con mercancía, y más adelante pescar. Suez y el petróleo. Terranova y el bacalao. El mar del Norte y Argentina a por merluza. África del sur, Mozambique, Angola y alguno más a la búsqueda del atún.
Demasiado tiempo en la mar y poco en casa, lo hicieron solitario. Demasiado bohemio, romántico y hasta raro para la vida fugaz y disparatada que se vivía en tierra.
Lo recuerdo extrañado por el precio de una barra de pan. -Como pudo subir tanto? - decía. Y es que pasaba mucho tiempo entre sus descansos, y todo estaba cambiando muy deprisa.
También cambiábamos nosotros. Crecíamos. Y ella.
El paso del tiempo había retocado su carácter, pero seguía siendo tan bella como antes. El no atinó nunca a comprenderlo, o quizás sí. Pero ella en casa sola, sacando adelante a sus hijos y peleando sin su compañero al lado, tenía que superar también tormenta tras tormenta. Y lo hizo. Pero todo eso, la cambió. Como a los tiempos, que cambian aunque no se sepa muy bien como.
Él, aislado en la mar, se quedó anclado en al tiempo. No corrió como la vida hacía, era difícil. Y cuando venía a casa, todo era extraño para él. Y muchas tormentas lo acompañaban y desarbolaban la paz. Nuestra cómoda, pero huérfana paz.
El siguió escribiéndole poemas a la luz de las estrellas de las noches del Atlántico, en el puente del barco, solo. Preciosa letra, y sentimientos adolescentes para un tipo de mediana edad, incluso ya mayor, que amaba, no me cabe duda. Lo sé porque igual que él, amo yo. En silencio y por dentro. Locamente.
La radio de Walvis Bay, nos lo acercaba a casa de vez en cuando. Fue una vida dura para todos. Creo que para mi lo sigue siendo, porque mis ojos me delatan ahora, mientras escribo.
La bocina del barco sonó por tercera vez, y yo solo en aquel puerto, no me pude despedir.
El Capi se marchó en silencio y placenteramente, llevándose a Verolosky. Llevándose al amor de mi madre. Al padre de mi hermano. Llevándose a papá.
Demasiado poco tiempo dedico a pensar en él. Pero esta noche ha debido de inundar mi cabeza su recuerdo, y no he podido dormir pensando en su vida, y en la nuestra.
Una vida salada en ambos casos. Y extraña. Como todas las vidas.
Abur capi, tu nieto sabe de ti. Me pregunta si tu barco era grande como una casa, y si dormías en la mar junto a las ballenas y los tiburones. Siempre le digo lo mismo: -Sí Lolo, tu abuelo subía olas enormes con su barco y hablaba con los peces. Una vez llegó al fin del mundo, y vino para contárnoslo. Las tempestades le huían, y conocía cada roca, cada playa y a todas las sirenas del mar.
Te quiero.

viernes, 20 de septiembre de 2013

Raquel y Pablo

Quizás previendo el desastre, seleccionó durante semanas el momento, las palabras y los movimientos a tener en cuenta.
Toda su vida a resguardo, se mantuvo alejado de riesgos y emociones, más allá de algún final triste o intrigante de alguna de aquellas películas que solían poner en la televisión durante la hora de la siesta.
Un inusual sentimiento de soledad le poseyó durante toda su vida. Desde niño, sus mejillas o manos no habían rozado jamás las de otra mujer que no fuera su madre. Nunca un amigo conoció, excepto aquel vecino con el que coincidía en el corto trayecto de ascensor que llevaba del portal de su casa, al sexto piso donde él pasaba sus días y noches.
Aquel bajito, rechoncho y encantador ser que se atrevía a conversar con él sin llegar a conocerlo.
En una ocasión estuvieron charlando una hora, sobre la importancia de las puertas de seguridad del ascensor y la iluminación de los pulsadores de llamada. En el portal. En bajito, casi susurrando y apartándose, de manera casi sospechosa, cada vez que otro vecino pasaba.
Su trabajo le permitió siempre llevar una vida solitaria. Empleado desde la adolescencia en una empresa de unos conocidos de su familia, cumplimentando ficheros de clientes de varias aseguradoras. Haciendo bases de datos de personas ajenas para compañías desconocidas. Solo. Recluído en un pequeño despacho, interior. Austero y monocromático espacio laboral que él mismo abría, cerraba y limpiaba. Un repartidor le entregaba una o dos veces a la semana, dos grandes cajas llenas de documentos para pasarlos al ordenador y enviar los datos a un grupo de direcciones de E-mail, que nunca jamás respondían.
Los sábados, recorría el trayecto que separaba su casa de un kiosko donde compraba el periódico y una vez al mes, el número siguiente de Picos y Plumas. Una publicación mensual sobre el revelador mundo de los loros.
Los domingos dormía. Como esas personas que no encuentran nada que hacer y se sumergen en la dopamina somnífera, que hayan entre las sábanas.
Abandonado a una muerta en vida, se levantaba al mediodía para darse un baño de sales en silencio. La música le parecía un atentado al buen gusto del silencio, y nunca una canción le hizo sentir rabia, afecto, dolor, pasión, etc. Las tardes paseaba por el parque de las palmeras. En verano con una gorra con un gran loro como logo, y en invierno con un pequeño paraguas automático extensible. De esos que caben en un bolsillo.
Pero un 16 de abril de hace dos años, el mundo se ensanchó. Se alargó. Se coloreó. Se llenó de sonidos, risas y canciones de Donna Summer y de los Bee Gees.
Aquel lluvioso día, Raquel entró en su pequeña oficina con un uniforme de la compañía de repartos habitual.
El, descolocado, no supo que decir ni donde ponerse. En su propio terreno conocido, se encontraba perdido.
Raquél empapada se sacó la gorra, y soltó su largo pelo negro. Algunas canas se intercalaban entre matas de cabello oscuro. Unas gafas desafortunadas, de gruesos cristales le permitían ver algo de aquel mundo hostil. Aquel exterior, que ella había logrado dominar echándole valor y coraje hacía años. Buscando trabajo y encontrándolo. Visitando diariamente a muchas personas y descubriendo, que si bien no todo el mundo es bueno, al menos hacia afuera si lo parecen.
No obstante, su miedo y timidez, seguían ahí en sus adentros. Sólo una amiga, María la acompañaba en sus paseos dominicales al cine. Que era todo y cuanto había logrado hacer, para salir de casa.
Aquellos dos últimos años, nuestro amigo, compró ropa por internet, algún disco y muchos libros de autoayuda. Hablaba con Raquél, la nueva transportista, dos veces por semana. Tan solo de las cosas del trabajo o del tiempo, tan solo tres minutos. Pero el poder del amor había traspasado toda coraza o miedo interior, y hoy era el día elegido. Ella cada vez se quedaba más rato. Le sonreía y las últimas navidades le había dado la mano deseándole felices fiestas.
Una entrada para el estreno del mes en el cine del barrio y una reserva en el italiano que había de camino a casa. Un pantalón de pinzas nuevo, azul en vez de gris. Una camisa sin corbata y un jersey por los hombros en vez de americana, era todo cuanto podía cambiar. No admitía más.
Había pintado su casa. Una habitación de cada color. Había hecho retirar los antiguos azulejos del cuarto de baño, y había renovado por completo la cocina que sus padres habían montado hacía ya casi, sesenta años.
Estaba sentado en su silla detrás de la mesa y del ordenador, revisando cada minuto el reloj, cuando se abrió la puerta a la hora indicada.
Lo primero que vio fue que en la calle llovía, la gente corría por las aceras para resguardarse en alguna balconada o portal. Lo siguiente fue una caja que tapaba a la persona que la traía. Eso era raro, Raquel usaba un pequeño carrito para transportar la mercancía.
En un segundo su rostro palideció. Un vuelco repentino percibió en su piel. Le sobrevino un escalofrío al escuchar aquel hombre saludarlo y preguntarle donde quería que dejara la caja.
No se atrevió a preguntar que había sido de Raquél hasta tres semanas después. Otro día lluvioso. Desesperado escuchó que la habían cambiado de ruta. Que tenía un problema de espalda, y la habían destinado al reparto de correspondencia y publicidad por los buzones.
Se hundió aún más de lo que nunca había estado hundido. No pudo seguir trabajando, y por primera vez en catorce años, cerró la oficina y se dirigió a casa. Mojándose por la lluvia, cabizbajo y con pasos lentos discurrió el trayecto. Le dio tiempo a tirar en una papelera las entradas que aún guardaba, a pensar en que ya era hora de comprar un loro, y a llorar. Llorar sin lágrimas, como había hecho toda su vida.
Sacó la llave de casa mientras esperaba el ascensor, y entonces la puerta del portal se abrió, y una persona en uniforme se dirigió a los buzones. No era posible!! El bajó titubeando las tres escaleras, que lo separaban de la zona de buzones, y empapado se quedó quieto encima del gran felpudo.
-Raquél??  - Sollozó con esperanza.
Ella levantó la cabeza, hizo una mueca amable y contestó.
Soltó su media melena, y le dirigió unas palabras:
- Te das cuenta de que aún no sé tu nombre?
- Pablo, me llamo Pablo. Y creo que hoy he muerto, pero eso ya pasó. Ahora respiro de nuevo.

martes, 23 de julio de 2013

Crónica De Un Rust Que Nunca Fue

Palabras amables. Dulces. Cariñosas. Palabras llenas de agradables recuerdos y repletas de ensortijadas metáforas que se funden con el alma. Esas las sabemos escribir.
Recuerdos. De momentos inacabados, con amigos insospechados hace unos años. De canciones dulces, y ásperas. Recuerdos de sonrisas infinitas y placeres desbordados por compartir un sentimiento común. Esos no nos los robaron.
Canciones. De amor siempre. Sin un fin en concreto, tan solo canciones en el aire de un castillo sin par. Canciones frágilmente duras con cortantes recovecos y afilados estribillos.
Miles de canciones, y al final sólo una.
No es regalar si esperas contra prestación de algún tipo. No es organizar altruistamente, si deseas reconocimiento y repetición cíclica. No es colaborar, si te olvidas de quien te abrió la puerta y ni lo nombras. No es tuyo si nunca estás. Ni lo fue, ni lo será.
Muchos podemos hilar esas palabras con los recuerdos. Y pensar en las canciones. Hacer textos entretenidos, llenos de un vacío mortal en el alma. Hacer textos engalanados, para esconder fines vanidosos y perdurar. Hacer textos y perdurar. A quien le importa?
Podemos permanecer callados, y que otros llenen de colores un fondo en blanco y negro. Pero no es nuestro estilo, mi estilo.
Cansado ya de escuchar hermosas palabras rellenas de sirope, tengo derecho al pataleo. Por mi, y por muchos otros que se han quejado de innumerables faltas.
Muchos podemos hacer textos de oro con los desplantes recibidos, y no lo hacemos.
Simplemente este no ha sido un Rust Fest, el año que viene esperamos asistir al IV, y que este quede como otro escalón que alguien decidió subir, pisando a los que nunca tuvo en consideración, ni le importaban nada. Subir, no para otear mejor, si no para que otros le vean bien. Subir, para suplir sus carencias con agasajos de miel y baba.
Jamás estará esta crónica donde debe estar. Lo sé. Pero para reconocer el paisaje, es necesario, también, descender a las cuevas, meterse en el lodo y rebuscar entre los detritus. Ahí es donde está el TODO. En los campos verdes meciéndose al viento, las almenas altivas y esplendorosas, y en los páramos yermos donde se luchan las batallas. Y que suelen quedar llenos de despojos y cadáveres olvidados.
Al final, este escrito no es una POM, pero los que me conocéis, sabéis que es SOULFULL al 100%..
HOW COULD PEOPLE GET SO UNKIND!!

martes, 14 de mayo de 2013

Son Minutos, Horas, Años

El desastre aparece con el paso del tiempo. Este mismo, es el desastre supremo.
Darse cuenta a tiempo, convierte el tránsito en algo más agradable, pero no elimina en absoluto el colapso final.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Un Amigo

...casi sin tiempo, como siempre, azuzado por los compromisos, J.A. recogió sus enseres y se encaminó a un nuevo emplazamiento.
Esta vez, ya que no era la primera y había aprendido de errores anteriores, se llevó consigo lo que no se ve, lo que no se toca, sus pensamientos más íntimos, sus ideas y todo aquello que le confiere esa personalidad abrupta y sin recelos.
Allí dejó, tan solo tiempo. Que ya es mucho dejar.
J.A. sentado y pausado, enmarcó el momento, pero no se apresuró a disparar, sabedor de que el instante nunca es buscado si no encontrado súbitamente y tratando de no pestañear.
Sin darse cuenta llegó, y en el tiempo que transcurre entre que el dedo aprieta el disparador, y el obturador comienza a moverse, su cerebro le brindo el tiempo necesario para repasar los últimos siete años de su vida. De regalo, su cabeza empezó a recordar...... el lugar elegido para pasar la vida, la compañía elegida y recíprocamente correspondida, las decisiones de mantenerse fiel a sus principios y abandonar aquel grupo de locos engreídos a tiempo, los descansos, los momentos de pasear al trote por los acantilados escuchando bestias pardas por las silveras y sin creerse ni un ápice de la "paranormalidad" fanática de los crédulos. Los sinsabores y las satisfacciones de ser diseñador y obrero a la vez de su propia morada, y la grandeza de la humildad y la generosidad. Y ese sabor de hierbas líquidas que le genera tantos periquetes cómplices y no menos partícipes compañeros de ratos dulzones y evocadores...
Todo parecía eterno, pero un click sonó y devolvió a J.A. a la realidad. En la pantalla su hija mayor y el enano de sus ojos. Se quedó contemplando sus caras, y detrás la puesta de sol se revelaba sincera por fin.
Con ellos pululando alrededor, nada acaba, ningún día es finito, y el tránsito final cobra sentido.
Que sus dedos sigan apretando ese botón amenudo, y mezclando sabiamente las cañas con las hierbas. Que sus ojos vean todo lo bueno y sus palabras nos acompañen en las largas veladas estivales, donde sus hijos y el mio se hacen más conductores que pasajeros, aunque nosotros siempre los veremos en el asiento de atrás, y nos creeremos sus guías y maestros......sin ser más que faros que se alejan por momentos.
J.A. recupera el tiempo perdido, la vida fue y no será. El zumo es producto de la presión con que se apriete el fruto, y nuestro deber es dejarlo seco.
J.A. envejecerá con nosotros, sin querer...

Una Mañana

Que duda cabe que la mañana estaba resultando algo más que monótona. Demasiadas ganas de desaparecer y un sorpresivo ímpetu, desencadenaron los acontecimientos.
Salí de la eterna mazmorra donde se suponía que me ganaba el derecho a pertenecer al reino de los vivos y poseer un Golden Retriever y una chimenea, y me aventuré calle abajo.
Esta vez había elegido bajar en vez de subir hacia la parte de la ciudad por la que me movía habitualmente, y donde las luces y los escaparates daban brillo a unas calles abarrotadas y llenas de color.
Bajaba y lo hacía pausadamente, casi quieto, sin pensar ni por un momento si había un destino. Y a cada esquina que dejaba atrás, otras calles transversales oscuras y estrechas, aparecían como recién inventadas y puestas de repente por una mano precisa y de tentadoras intenciones. Giré.
Tomé una de aquellas callejuelas, y me sobrevino la oscuridad. Sentí mis pupilas dilatándose, y mi vista luchando por adaptarse rápidamente al repentino cambio de intensidad lumínica. Tras unos primeros pasos por un empedrado recio, de grandes bloques de granito, antiguos y usados, noté la falta de gente. Nadie me seguía y nadie me precedía. Nadie a mis costados, y ningún sonido en mis oídos. Al fondo, una tenue luz, me anunciaba la posible presencia de un lugar abierto, quizás una plaza.
A diferencia de la parte alta de la ciudad, aquí no había apenas sonidos, ni luces. Ninguna tienda que mostrara escaparate colorido y repleto de engañosos objetos que la gente solía desear, e incluso con los que  llegaban a soñar y empeñar sus días. No había señales de tráfico. Ni coches. Las paredes estaban repletas de dibujos extraños. Como jeroglíficos. Letras que se me antojaban encriptadas. Trazos de spray, y ojos tristes. Manos vacías y rostros desencajados. Pero también pintadas, de cambio... una llamó mi atención. Una gran pradera verde, con una colina suave en el horizonte, y muchas personas de todos los aspectos y colores, bailando. Mientras un enorme edificio a un lado, se desparramaba destruido por la pradera...
Llegué a la luz, que en efecto era una plaza. Gente sentada, fumando. Tirada por la hierba de los pequeños jardines, hablando. Gente pintando las paredes. Gente rara para mi. Con extraños peinados, y exóticas ropas. Gente bailando en una esquina, tirándose por el suelo. Realizando imposibles filigranas al ritmo de una música repetitiva y un ritmo contagioso.
Habitaban aquel lugar gentes de todas las edades. Infinidad de personas y todas distintas. Algo que para alguien como yo, y viniendo de donde todos somos uniformados correctamente y de forma impersonal, era intrigante y cautivador.
Nadie reparó en mi presencia, excepto tu.
Te acercaste a mi, me tendiste una mano que yo rechacé al principio, pero que luego agarré embriagado por   la sugestión que tu presencia ejercía sobre mi.
De larga melena hasta la cintura, vaquero apretado, roto y descolorido. De ojos dispersos y mejillas morenas por el sol de la calle. Con camisa de cuadros rojos, de hombre y un aroma a arena y mar, me sentaste en una escalera y me sacaste la corbata. Yo me dejaba hacer rodeado por un mundo nuevo, distinto y motivador.
Le diste un largo trago a una cerveza y me tendiste un pitillo encendido, descubriéndome por primera vez tu sonrisa. Sincera y desigual.
- Soy Silvia - dijiste.
- Y yo libre...........- me salió sin querer

Tururú

Allí arriba en la cima en la que habitas, faltan lágrimas. Aquí debajo de tu morada, sobran llantos. Y en tu nombre se cometen atroces banquetes de sangre y dolor.
Yo no te encuentro por ningún lado, aunque mil templos de oro te construyan, o rebusque en mi interior, hasta que cientos de mis entrañas se mezclen con mis sesos. Pero si eres y existes, si sientes y ves, si oyes y estás... haz algo ya, o desaparece de su inconsciencia para siempre, valiente fantasma cósmico.

viernes, 19 de abril de 2013

Lo Nuestro Fue Jugar


Aquella humedad se metía entre la ropa, traspasaba la piel y la carne, y se alojaba en los huesos, haciéndome sentir como un habitante más de los perpetuos inquilinos de aquel cementerio. Los sonidos de la noche silenciosa abrían visiones imposibles entre la oscuridad, y la niebla que se posaba en el cesped frío, tan solo se movía tras mis pisadas cautelosas.
Recuerdo que era martes. Una lluvia densa había caído durante todo el día, y los olores de madera mojada y piedra húmeda llegaban a mi cerebro junto al dulce sabor del licor de hierbas que llenaba la botella que me iba acercando a la boca de vez en cuando.
Miraba alrededor intentando descubrir donde estaba mi destino, pero todo lo que me rodeaba estaba difuminado y me parecía igual. Entonces, un olor cercano a flores frescas, me hizo pararme ante una de las losas que sorteaba en mi deambular paranóico.
Leí tu nombre en ella, y bebí un largo trago antes de sentarme a su lado.
Descubrí que la hierba en las inmediaciones estaba pisada. Signo de que a tu entierro, habían acudido un montón de personas socialmente consideradas.
Yo nunca fui hombre de actos sociales obligados, y aquella tarde, paseé largamente por la playa que nos había unido como Amigos, y nos había enseñado como disfrutar de lo bueno de la vida, que nunca era suficiente para nosotros.
Otro trago y olor a mar... me traicionaba el subconsciente, y te veía montado en una de aquellas olas que tantas veces e incansablemente te acercaban a la orilla para que tu, de manera tozuda y pertinaz, te volvieras a alejar de ella sonriéndole a la puesta de Sol.
El licor iba mermando en la botella, y entre mis manos unas briznas de hierba caían sobre tu tumba.
Recordé las infinitas noches en que luchamos juntos por perpetuar la oscuridad y alargar las risas. Y los eternos días que se nos antojaban cortos e irrepetibles.
Te echaba de menos ya, y te acababas de ir. Tu. El primero de los amigos en desaparecer. En morir. Y quise llorar pero no pude. Y bebí... y ese último sorbo me supo amargo.
Nunca fue suficiente mientras lo tuvimos, y empalagados de vanidad perdimos el camino de la verdad única. Pero lo hicimos más tarde que los demás, y nos llamaban necios. Irresponsables. Vividores. Y qué más daba? si eramos felices, si eramos inocentes, si disfrutamos de nuestra juventud y la estiramos hasta la debacle final. Mientras ellos, se perdieron en los campos de algodón, entre los papeles de la corrección, entre el bien y el deber, entre el cielo y la tierra. Entre la rutina y la mentira.
Me alejé sin más. Sin despedidas ni miradas atrás. Pero tu también te vas. Vienes en mi, lejos de aquel lugar. Me acompañas en los bailes, y al remar. Cuando canto y cuando bebo. Y en los ojos de los demás, cuando nos juntamos, también te veo. Y sonríes cabrón, no debes de estar mal.

Nuestros fueron el viento y el mar, las canciones y la amistad. Nuestro fue el amor.
Y lo nuestro fue jugar.

jueves, 4 de abril de 2013

Nos Haremos Dueños de Tijuana


Alguno pudo haber sido mejor en cualquier otro sitio, pero si tengo que recordar los mejores amaneceres, siempre está una furgoneta por el medio.
Invariablemente está el olor del mar, y ese fresco pegajoso en el aire, que se te pega a la piel, mientras liberas por primera vez los líquidos acumulados durante la noche. Bostezas y te estremeces meando. Mientras enfrente, el mar espectador, marca los planes del día.
El primer rayo de sol, asoma esperanzador por el pinar que hay detrás de la furgo, y la ausencia total de viento se antoja eterna. Grandes sensaciones.
La única compañía es la de las furgos de mis pinche-compadres, dormilones y relajados vecinos de todo y de siempre.
Fruta, hornillo hogareño de gas, café. Mesita y silla en el exterior, y el balcón ya está montado. El sonido de una puerta corredera, y un estornudo delatan al primer habitante de la expedición. Mismo paisaje. Un tipo agarrándosela, mirando el mar.
Al acercarse, parece el telediario.
- Buenas olas no? Hoy triunfamos.
- Pues sí, pero ya veremos si aguanta el viento sin entrar. Hace más calor que ayer.    Quieres café?
- No, voy a sentarme al trono, que los chorizos de ayer de noche me mataron.
- Ya! -entre risas- Sería la cerveza...
- Tamén!! jajaja
- Despierta a Luis, que yo me piro al agua en cuanto suba un poco más.
Poner un rato el saco al sol, el traje mojado de ayer y la taza del desayuno ya fregada.
Darle un repaso gozoso al W.C. químico de tu furgo, y echar el primer pitillo, el único rico, es todo lo que he de hacer.
Después, horas de surf(en el mejor de los casos), guitarra, cervezas y charlas con los compis de viaje. Los de siempre. Alguna siestilla. Un paseo playero. Algo de lectura. Y de vez en cuando darle la vuelta al traje, para que seque bien. Buscar leña para la hoguera de la noche, y otra cerveza...
Simple pero efectivo. Y con el paso de los años, con peores olas pero más solitarias, somos más felices...
Pronto repetimos. No hay como desconectar y volver a ser niños otra vez. Y eso que nosotros, aunque cada vez menos, seguimos instalados en aquel México de Barlow, Mat y Leroy. De Sally y de Peggi. De un trago con los amigos, y de la libertad de estar con quienes siempre te encuentras bien y protegido.
Por todo eso, y porque a veces es necesario, y a mi me llegó el momento, tíos id pensando en un finde de este mes, o de principios del próximo y vámonos.
- Meeeeeeeeeexico............

sábado, 16 de marzo de 2013

Menos Paja y Más Grano

Con tus labios y abril me he hecho un paisaje.
Tus ojos el Sol, tus manos el aire.
Tus tetas montañas, de cumbres nevadas
Y un valle sereno descubren tus nalgas.
Tus piernas son cabos, de suaves contornos,
protegen al fondo tu fértil arroyo.
Tu espalda infinita, llanura dorada.
Mis manos pasean, y nunca se cansan
Y el prodigio asombroso, son tus palabras.
Que caen como lluvia, regándolo todo.
Y las mías me dicen. -No seas centollo,
que esto es hortera, y un coño es un coño.

martes, 5 de marzo de 2013

La Igualdad Deseada


Le llegaba al suelo. Todo lo que podía hacer para sentirse más cómodo, era recogerla en una bolsa de tela, y escabullirla entre el pantalón y ambos bolsillos.
Salir de casa era como una venganza urdida por el más bellaco de los malvados, y las erecciones espontáneas, una tortura enloquecedora.
Había vivido así 37 años ya, en la más absoluta "omerta" sobre el tema. Vivir en el interior le ayudó a huir de la playa. Y una salud de hierro, le permitió no acudir a un médico por nada importante.
La vida se le estaba haciendo demasiado larga, también. Una solución que no llegaba, le devolvería la ilusión y las ganas de vivir.

Tremenda oquedad le resultaba extraña. Nunca se había sentido bien con el vacío íntimo que la dominaba.
Era un hueco sin fondo, oscuro e interminable. Había intentado averiguar sus proporciones ella sola, pero nunca tope encontró en aquel lugar.
Eran horribles aquellos cuatro días al mes en que era más mujer que nunca. Y los remedios habituales tenía que suplirlos por un almohadón o simplemente, encerrarse en casa hasta que el desbordamiento dejara de crear olas de fluidos internos.
Aquella gruta lúgubre, siempre caliente y húmeda, poseía clima propio, y las dos voluptuosas cordilleras que la circundaban a cada lado en el exterior, finalizaban en una enorme zona de ocio. Abultada y desafiante, insensible a cualquier fricción o presión, que se pudiera ejercer de manera natural.

Un día, Eva y Gabriel se encontraron. La erección de el fue tan descomunal, que las costuras del vaquero saltaron hiriendo a dos viandantes. Y el flujo de ella, hizo resbalar a otros tantos, y colapsó una alcantarilla cercana.
La gente se apartaba, los bomberos aparecieron asustados ante tamaña visión. Era un coloso al aire, un extremo inalcanzable duro y dispuesto a percutir en aquel vacío, aquella nada, que devolvía el sonido de la sirena del camión en forma de eco amplificado. Aquel receptor natural convertido en emisor sónico, que ella dejaba ver ante la imposibilidad de su falda de mantenerse apretada a sus caderas.
El acto fue convulso. Primitivo. Rápido. Primerizo. Y acabó en una desbordante lluvia, que chorreó los edificios, la estatua del marqués del centro de la plaza y una gaviotas que pasaban inocentes. Todo acabó igual que empezó: de repente. Pero para Eva y Gabriel, algo comenzaba en ese momento. Un nuevo futuro. Una esperanza. Y aún habrían de enfrentarse a los problemas que toda pareja encuentra a lo largo de su historia, pero ellos no lo sabían. Y no les importaba. En cuestión de minutos, lo que duró su intima invasión, se sintieron unos más en el mundo. Como los demás. Algo que siempre debió de ser así, pero que no lo había sido.
Desnudos, el arrastrando el infinito ariete, y ella abierta cual espeto. Una pierna por una acera, y la otra por la de enfrente...... marcharon de la mano.
Alguien dice que en la luna aquella mañana, la NASA descubrió un pequeño cráter rebosante de un líquido blanco, denso y tibio. Los científicos no daban crédito, pero todos los indicios apuntaban a que era semen, esperma, simiente. Nunca una expedición averiguó de que se trataba aquello. Llegaron tarde. Ya la Luna Catalina, que es mujer, había drenado aquel líquido a sus adentros, sin dejar ni una gota como muestra.
Nunca vemos la cara oculta, pero aquella mañana, debió de ser iridiscente, por primera y última vez.

La Vida Fue Un Sueño


.........y al final el final, retorna a sus orígenes. Y se vuelve a empezar siempre. Y se recuerdan momentos, y paisajes. Y sabores y sonidos. Y se desea permanecer. Pero no es posible....
Permanecer y mantenerse, nunca es posible. Siempre llega el cambio, el movimiento la necesidad. Y lo haces. El instinto te mueve. Y eliges. Y el error puede llegar, y el éxito también. Pero no de la misma manera, que tu hubieras querido.
Como un día soleado se puede nublar en cualquier momento, así transcurre el tiempo. Débil, dependiente y errático. Que más da al final? Lo importante es el sol que has disfrutado, y tu actitud frente a las nubes.
Puedes hundirte y resguardarte, o mirar para arriba y salir afuera. Quizás te mojes, y pases frío. Quizás enfermes en el intento y sucumbas a los rigores de la tormenta. Pero si te resguardas, nunca llegarás a conocerte del todo. Eres tu al que debes respetar, y conocer en cada momento y situación. Y siendo tu, estarás haciendo lo correcto, aunque falles.
Ante el diluvio, a la calle. A descubrir tus posibilidades. A la pelea. A hacerse fuertes o morir y volver a empezar.
Además, nunca llovió que no escampara...... y los sueños, sueños son.

domingo, 24 de febrero de 2013

La Breve y Extraña Historia De Kung-sun Lung (I Parte)


Kung-sun Lung nunca tuvo claro de donde procedía.
El cúmulo de circunstancias que lo llevaron a permanecer encarcelado 34 años, en su China natal, es opaco y de difícil comprensión.
Nacido en 1936 entre las dos pequeñas poblaciones de Ulan y Tianjun, en la provincia de Quinghai, en el mismo centro de la República Popular China. El joven Kung-sun, filmó un primer documental a la edad de 14 años.
Cayó en sus manos una cámara de super 8, que un tío suyo dejó, entre otras cosas, a cargo de su padre para partir hacia Estados Unidos en busca de fortuna.
De 26 minutos de duración, este pequeño documental muestra, de forma muy primitiva, las costumbres de un pequeño pueblo, de apenas 130 habitantes, durante dos días de fiesta, en el verano de1950. Se considera su primera grabación, y no tiene evidentemente edición de ningún tipo, ni posterior comercialización.
El interés de Kung-sun por investigar todo lo posible en este campo, le hizo dejar su casa familiar, y abandonar las labores de cultivo a las que se dedicaba. Y en 1956, se trasladó a Wuhan. Donde comenzó a trabajar en el taller de sombreros de un cuñado. Catorce horas al día de jornada laboral, le dejaban a Kunh-sun muy poco tiempo para tratar de averiguar donde podría comenzar a estudiar o leer cualquier cosa sobre como hacer una película.
Tras dos años en Wuhan, conoció a Yao Quian. Un vendedor de cámaras de fotos, y fotógrafo de eventos y celebraciones en la pequeña ciudad. Através de el, y tras cinco meses de búsqueda, se hizo con un tomavistas de un turista francés. No existe constancia de que el turista quisiera vender su aparato, más bien se desprende de una de las dos únicas entrevistas que concedió Kung-sun, que la manera de agenciarse su primera cámara, no fue del todo limpia y legal.

jueves, 14 de febrero de 2013

Morriña

E a morte entrou sen preguntar.
E levantou un suspiro do chan.
E sacounos sen chorar.
E levounos o seu altar.
E logo de ternos secos e desfameados, cun sorriso cruel, pechou a porta outra vez. E nunca mais nunca, a volvemos ver. 
Tan só recordo que era verde, fresca e ulía a xabre o seu redor. Chamabanlle, "terriña". E choraban o alonxarse dela.
Eu xa non choro, leváronme os ollos os corvos codiciosos. E ainda así, paréceme as veces que vexo un mar batendo nuhas rocas cheas de verde...... é a locura, é a desazón, porque eu morto xa estou.

viernes, 25 de enero de 2013

Deseo y Propia Consciencia

Tan solo como pueda.
Sin distracciones.
Respirando mis exhalaciones.
Oliendo mi interior. Buscándolo.
En silencio. Completo. Ausente.
Con los párpados cerrados, y los ojos más abiertos que nunca. 
Mirando poco y viéndolo todo.
Saboreando el transcurso de los segundos. Tomando aire.
En la cumbre de mi existencia. En el completo conocimiento de mi mismo.
Tan solo como pueda.
Sin rechazos, y sin prejuicios. Respetándome.
Asumiendo las miserias, y dejando espacio a las grandezas.
Con paciencia, llegando al infinito final de mi mismo.
Observando el paisaje. Siendo parte de el.
Aceptando sonreír para siempre, por un momento de lucidez.
Tanteando el caos. Pretendiendo mantenerlo en su forma lógica. Sin brusquedad.
Suave.
Tan solo como pueda.
Con perspectiva. Desde la distancia total. En el futuro perpetuo.
En armonía. Honesto. Preservando mi postura. Erguido, pero humilde.
Bajo el legado de los años perdidos. Libre de moral común, del pensamiento único.
Fértil. Desocupado. Sin necesidades. Solamente yo.
En blanco. Mojado con la lluvia. Y caliente con el Sol.
Sin refugios innecesarios. Expuesto al juicio final.
Inventando la fábula definitiva. A la caza de la utopía soñada.
Encontrando la paz. En sosiego. 
Sin histerias. Conservando el humor.
Tan solo como pueda.
Sin nadie, pero conmigo por primera vez.
Sin nadie, y en soledad.
Tan solo como siempre
Tan solo como siempre
Tan solo como siempre

miércoles, 16 de enero de 2013

Grandes Vistas y Monumentos

Todas eras tu, y tu eras las demás.
Porque el sexo se alimenta de imágenes, olores, sabores y sabe dios cuantas cosas más.
Yo miraba, olía y todas las que eran destinatarias de miradas o expendedoras de aromas, se confundían en mi mente, hasta que me di cuenta  de que en realidad, ellas todas, eras tu.
La niña que subía al bus en mi misma parada, cuando con diez años ya era capaz de percibir su olor. Y aquella colonia infantil, mezclada con el olor característico de los asientos de sky y la humedad del autocar, me despertaba por fin yendo al colegio.
Mi amiga y vecina Paula, en los veranos de Valdoviño. Todos los días juntos, haciendo cabañas. Recuerdo su coleta y sus ojos claros. Aquella sonrisa que me superaba en picardía y experiencia. Paula fue mi primer gran amor imaginario, y aún hoy la recuerdo sin mucho esfuerzo. Grandes veranos con ella y sus hermanas.
Susana. Octavo de E.G.B. que invierno!! Melena larga morena. Jugábamos a baloncesto juntos, era muy buena. Yo aún soñaba con el amor, y ella ya resabía besos pasados.......
Ana, mismo año, misma clase. Pija. Rubia y ojos azules. De apellido ilustre, y modos de señorita de casino y te. Pero como andaba por los pasillos! Fuego!!
Todas, con otros nombres y otras caras, eras siempre tu. Y eso que aún no nos conocíamos. Pero yo crecía, y mi ensoñación se hacía más carnal.......y las dianas de mis miradas dejaron de ser rostros y andares, para trasladarse a culos, tetas y piernas...... es lo que tiene la pubertad. Por que engañarnos? Y ojo, que esa etapa no se abandona. Con los años se sigue mirando esas partes pudendas, pero se regresa a mirar a los ojos, el pelo, las caras. Y más adelante, se ven cosas que no se miran, y que son incluso más bonitas que aquello que tapa la ropa. Gestos, actitudes, misterio...
La intocable amiga morena, diosa poseedora de todo lo bueno que existía en el mundo. Con su bañador lila, o el bikini blanco, o cualquier trapito que se ponía, para que engañarnos...... esa de la que muchos sabéis su nombre, era dueña de media playa, cientos de ojos, miles de momentos de intimidad solitaria y los sueños de todos los playeros que tuvimos la suerte de vivir aquellos veranos de finales de los ochenta en Valdo. Ella era nuestra Yaiza Perdomo particular. Que digo? ni Yaiza era capaz de nublar a    
la hermana de Ruth. 
Pues ella, mi amor, también fuiste tu.
La madrileña de "pechos fuera" y ojos peligrosos. Ella se sabía mil maneras de pedir fuego en la playa también. Y se marchaba con la punta de cigarro al rojo vivo, dando profundas caladas, mientras tu incandescente también, tratabas de enterrar tu "punta" en la arena para que no se notara....... y las miradas cómplices de los demás? jajaja, como somos los hombres!!
Hasta belgas, miraba en aquella época.
Y el culo de la novia de mi mejor amigo. Aquella pelirroja bajita de pelo ensortijado. Que manera de irse tenía la condenada, que no era capaz de dejar de ver su ida.......
Y el olor de la única que me hizo dudar alguna vez? ese olor era el cielo en la Tierra. Y al final, tu eres ese olor.
Y las de los Levi's por la calle? Y las minifaldas de cuadros? y las camisetas de tirantes? y la del bikini plateado? Todas la misma, tu.
Al final, va a ser cierto que los sentidos engañan, y todas esas a las que miramos, soñamos e incluso amamos por décimas de segundos, todas sois vosotras. Las de verdad. Las que queremos más que a nuestro aliento, y con las que peleamos el día a día... y a las que, furtivamente más miramos de reojo. Porque aunque lo podamos hacer abiertamente, es esa manera de mirar, ladeada, como robando el instante y a traición, la que más gratas vistas nos ofrece. Así que seguid haciéndoos las despistadas de vez en cuando, por lo menos por compasión.
De todas ellas, tu que eres todas para mi, hazlo también mi amor.
-Huy mira a ver como me queda este vaquero, muy ceñido verdad??
-Sí Arancha, perfecto....... -y mientras cierras la cortina del probador, voy pidiendo por favor que no pase nunca el tiempo, y poder vivir eternamente contigo en los probadores de una tienda de ropa!!
-Ah, pero espera -me digo en voz baja- esa que viene ahí, se va a probar esa falda??  Maldita sea esta condición humana, ya he caído otra vez!

domingo, 6 de enero de 2013

Sus Majestades y el Licor

Perdón.....
Ayer antes de acostarnos, dejamos con Lolo al lado de la chimenea tres vasos con leche, unas galletas y tres chupitos de licor de hierbas.....
Lolo se durmió, y ante mi acostumbrado desvelo, aproveché para bajar y dar buena cuenta de los chupitos, porque si tengo que esperar a que los tres desgraciados coronados, bajen por mi chimenea y den salida a la viandas, voy dado.
Total que tras el chupito de Gaspar, que estaba como dios, vinieron el de Melchor y Baltasar, que iban mejorando con el tiempo.
Sentado en el bordillo de ladrillos refractarios de la chimenea, observando los paquetes que mi hijo rompería en unas horas, me pregunté: -Si fuera monárquico, me bebería alguno más por algún otro desgraciado "chupacuartos" por la gracia de dios..... pero como no lo soy, y ante una sed que me acuciaba, brindé por todos los niños del mundo, unas 14 veces más. Tan solo recuerdo ya, el espectáculo de leche que junto con migas de galletas, se desparramaban por la alfombra. Mientras, la baba iba cayendo lentamente de mi cabeza ladeada y un pequeño ruidillo salía del tiro de mi estufa natural.
Yo, enfrente borracho, tirado en la alfombra y rascándome un huevo por dentro del pantalón, descubrí que eran las seis de la mañana, y que una pantufla de un azul brillante se descolgaba hasta el suelo por el hueco de la chimenea.
La siguieron unos pantalones del mismo azul, una chaqueta brillante morada, y un tipo con barba blanca y ojos de buena persona. Detrás de el vinieron dos más, uno de barba pelirroja, y un negro guasón que me miraba y se reía.
Los tres vestidos como para bailar en una película de Bollywood......cuchicheaban mirándome.
Yo me cansé, junte fuerzas para levantarme y eructé. Aún borracho les di tal paliza que no creo que vuelvan a seguir a ninguna estrella nunca más. Juraban en arameo -esto es literal -
Sacié mi rabia republicana en aquellos tres "elegidos", creyendo que eran tres ladrones "asaltacasas", y me acerqué a la ventana para verlos salir magullados corriendo y doliéndose de las docenas de golpes recibidos.
Mi sorpresa fue, que afuera los esperaban tres camellos increibles. Enormes, lustrosos y que huyeron veloces tras montarse los jinetes en sus grupas.
Arancha y Lolo bajaban entonces por las escaleras de madera de las habitaciones, y al ver los juguetes Lolo desapareció con ellos y se dispuso a romper los envoltorios sin prestar atención a nada más. Pero Aran, tras ver mis nudillos ensangrentados, el salón patas arriba, la leche y las galletas por el suelo, y trozos de raso brillante de colores por el sofá y el suelo, me miró extrañada, limpió un hilo de sangre que bajaba por la comisura de la boca y me preguntó en silencio.......
Yo me permití unos segundos para pensar, -¿como le explico, con este aliento a licor, que los reyes sí existen?
Levanté mi puño al aire, erguí mi cabeza y orgulloso sollocé: Ni Dios, Ni Patria, Ni Rey, Ni Bandera.