Existen montañas, que aunque enamoradas, no se llegan a ver nunca.
No obstante gracias al viento y al agua, huelen sus fragancias e incluso saborean sus besos, en la ribera dulce donde el rio descansa.
Existen nubes que las acarician a la vez, y es en ese preciso instante cuando un rayo de amor, parte el cielo en dos y une lo cierto con lo soñado, lo real con lo imaginario, y las cimas se retuercen en un acto lujurioso que nos es ocultado, mientras los montes bailan desnudos.
lunes, 13 de febrero de 2012
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