martes, 30 de noviembre de 2010

La Huida IV

Habían pasado ya dos años. Subido a ese barco con nombre de alaja, "Xolliña". Con una habitación en una de las hospederías del puerto. Comiendo caliente y visitando tabernas y personas, en otros puntos de la costa norte. Haciendo amigos, y compartiendo espacio con compañeros de trabajo.
Dos años suaves, trabajando en la mar, y observando los distintos horizontes, que casi a diario, le ofrecía la vida.
El patrón, al que llamaban "Toli", y del que desconocía su nombre verdadero, lo miraba desde la pequeña cabina del puente, mientras el limpiaba con una manguera, algunas cajas de madera, que usaban para guardar el pescado, antes de llevarlo a la lonja.
Toli, sabía que había llegado el momento. Habían pasado ya dos años e innumerables noches de pesca juntos. En una barco con una tripulación estable desde hacía ya ocho años, Roque había encajado bien. Reservado, y dedicado a su labor, llegó a ganarse su puesto, frente a un marinero de Costa de Marfil, que hubiera cobrado menos que el, y que ya tenía experiencia. Pero una noche, borracho con los compañeros en la tasca "La Piña", tras haber cargado el barco para tres días de marea, demostró su valía como "enfermero", al rescatar la pierna de Andrés, cocinero del Xolliña, aplicándole un torniquete por un navajazo en la femoral, después de una discusión con otro hombre, por culpa de un chupito de licor café.
En la mar, siempre es necesario alguien que tenga conocimientos de médicos... -llegó a espetarle Toli.-
Aunque aquel navajazo, a ocho horas del puerto más cercano, hubiese resultado mortal.
El momento había llegado, pensaba el patrón. Y es que la mirada de Roque la conocía bien. Perdida en la profundidad del agua del mar, mientras apretaba la boca de la manguera para incrementar la presión del agua, y arrancar los restos de escamas de las cajas. Conocía esa manera de encender un pitillo, tras el trabajo hecho. Solo, sentado en popa, mirando atrás, y a la vez preguntándose por el futuro, Roque se mostraba ante su amigo Toli, transparente y lleno de inquietud.
- Ey Roque, amarra las últimas boyas y guárdalas, vamos a echarle un trago al bar de Vicente.
- Bien jefe. Vaya tirando, que enseguida me acerco. Ya aseguro yo el amarre. - dijo Roque, mientras apuraba una última calada.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Esto me suena!!
Estas que te sales. Me gusta!!
Un abrazo.
Yeti

Deguananonli dijo...

A ver si te decides de una vez a escribir algo al completo ó arrejuntar todos esos pequeños cuentos e intentar que te los publiquen.
A mi también me gusta, y mucho.

Arancha dijo...

Ya iba siendo hora de volver a leer tus relatos! Lolo va a disfrutar con ellos!! Me uno a Fran y a Luis! Me gustan!!!

BarbaKana dijo...

Un cubo de agua fresca en la cara!!!joer,que bien sienta un buen libro,aunque sea de 100 palabras...