miércoles, 2 de diciembre de 2015

SUCEDIÓ OTRO DÍA

Mientras el polvo jugaba alegre con los rayos de sol que se colaban por las cortinas, yo notaba como se iba mi vida en cada borboteo de sangre que despedía mi cuerpo.

Una última mirada a aquella playa donde quedaba buena parte de mi, hizo temblar la firme voluntad adquirida de morir y mi mano izquierda comenzó el camino para taponar la gran herida que abría mi sien y dejaba escapar las postreras ocurrencias de un cansado cerebro lleno hasta los topes de horas despierto y conexiones saturadas. La derecha, siempre más recia y falta de escrúpulos, pero con una determinación a prueba de negociaciones, asestó un certero disparo a bocajarro que llevó a mis dedos izquierdos hasta la pared de enfrente, haciéndolos chocar con el póster de Lennon, y llenando de sangre digital la lámina de Young que en letras, ya amarilleadas por el tiempo, advertía RUST NEVER SLEEP.
Volví mi cara a la cortina, al sol, a la playa, y allí me encontré con la muerte. En la playa de mi vida, morí para siempre. Morí agotado. Morí al fin...

0 comentarios: