miércoles, 22 de enero de 2014

EL VIEJO Y EL ARBOL

Y sin embargo me miraba.
Recorrí aquel camino durante los primeros catorce años de mi vida, y seguí observando el árbol con los mismos ojos.
Inmensos surcos lo recorrían de arriba a abajo. Ramas imponentes se retorcían y algunos nudos marcaban en su tronco la huella de los duros temporales del Norte.
Al salir de la oscura curva, y dando patadas a la tierra del sendero, lo veía por primera vez todos los días. Seguía su figura durante un sombrío trecho, y doblaba de nuevo la senda, para perderlo finalmente de vista en una pequeña elevación del terreno. Donde el Sol volvía a templar las tardes.
Hoy lo contemplé maravillado.
Tras varias décadas sin apenas transitar por el antiguo atajo que me llevaba a la pequeña playa del pueblo, donde jugábamos de niños y más tarde amábamos con la luna como vigía, hoy me detuve ante el.
Y por primera vez me di cuenta de su vital apariencia.
Durante años he recorrido diversas partes del planeta, trabajando a veces y divirtiéndome otras. Buscando momentos y sensaciones. Pero muchas veces al acostarme, el dibujo del viejo castaño invadía mis recuerdos. Y detrás de el, el pueblo y sus gentes. Aquellos años fueron los que marcaron el devenir de mi historia, y me dieron el lastre suficiente para no naufragar en los terribles mares que he tenido que surcar durante mis días.
Inconsciente del paso del tiempo hasta hoy. Hasta que este viejo monumento natural me miró a mi. Y no fue de reojo, fue una larga mirada cómplice mientras pasaba. Retorciéndose y crujiendo a mi paso, me escudriñó curioso. Yo paré. Y lo señalé con el bastón: - Te he visto bribón! y por si no bastara he escuchado tus viejos huesos mientras torcías ese usado tronco que te mantiene erguido.
Se quedó inmóvil, pero algo en mi interior me hizo sentir su mirada clavada en los surcos que recorren mi cara de arriba a abajo. Mis maltrechas extremidades, y mi bastón. Confidente fiel de los golpes de mar que da la vida.
Y entonces sucedió. En silencio y lentamente volvió a su posición ancestral, y reposó.
Yo seguí caminando, intentando dar explicación coherente a tan grande enigma. Pero nunca fui capaz.
Jamás se lo conté a nadie, y ninguna otra persona me avisó a mi de otras experiencias similares.
Y sin embargo, y lo recuerdo bien, me miraba!!

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