lunes, 8 de junio de 2015

ATRAPADO PARA SIEMPRE

Era una nube vacilante en un cielo de vientos implacables. Cambiaba de forma y de dirección conforme soplara de este a oeste, de norte a sur...
Venía del país donde dicen que brillan las mujeres más bonitas del planeta. En consecuencia, amarrarse a la voluntad del destino, siendo un hombre feo, regordete y achaparrado, no tenía mucho sentido. No quisiera olvidar la calvicie que asolaba la llanura de su cabeza. Yerma por fuera y retorcida e inmisericorde por dentro. Por eso, en su interior, rivalizaba continuamente la ropa intima más masculina y fría, con aquellas picardías y transparencias que sólo se ponía para seducir al tipo aquel que aparecía en el espejo de su habitación, cuando no había nadie más en casa.
Era un el/ella. Un "él" por fuera, bondadoso y cordial. Y una "ella" por dentro, llena de odio y envidia, una "ella" con un objetivo que cumplir y unas garras afiladas para llevarlo a cabo.
El funambulista de las ideas se envolvía en banderas para ver si de una vez por todas, encontraba un flotador al que asirse, y dar la impresión de persona cabal. Aunque la realidad era, que le daba igual a donde lo llevara la marea. Era un acomplejado don nadie cosiendo un disfraz a su conveniencia.
Se adaptaba fielmente a los perfiles de los que lo rodeaban en cada momento, siempre mostrándose dispuesto a lo que hiciera falta, con el firme propósito de gustar. Para una vez confiada, vender a su presa al mejor postor, para ascender en su carrera hacia el despropósito.
Hablar de amor, hablar de amor, hablar de amor......y así hasta la extenuación. Hasta la empalagosa definición de si mismo escrita en una esquina. Mentirosa e interesada.
La originalidad nunca le visitó, o quizás escapara lejos el día que decidió camuflarlo todo en el marco de una familia. Con la mala suerte de dar con la más repugnante de las serpientes que sirven en las tinieblas del averno. Ah, y fea.
Otro día os cuento algo más del cándido papanatas, e igual os desvelo las lindezas que le brindaba a algunos de los que se sentaban, y se sientan todavía, a su mesa.
Porque desagradecidos, los hay donde quiera que vas, sólo con observar sus movimientos y sus dulces palabras de lisonja barata y gratuita, podéis desvelar su identidad.
Si lo hacéis, llamadle, y contadle que "el" es "ella" como el Sol es una estrella.

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