jueves, 21 de agosto de 2025

HAYAH WAHIDA

 Sari y Thuraya nacieron el mismo día.

Como si de un mismo destino se tratara, se conocieron también el mismo día durante su decimosexto cumpleaños.

El viajero de la noche describía siempre a Thuraya, como la única estrella que brilla y es capaz de perfumar las constelaciones a su paso.

Consiguieron una casa, pequeña y humilde, con dos cabras y un chucho que no siempre respondía a su nombre, Asad y que deambulaba por el vecindario, sacudiéndose el polvo cada pocos pasos y buscando charcos donde saciar la sed.

Sari y Thuraya, se esfuerzan en sus labores diarias.

Entre sonrisas, Sari repara el corral mientras Thuraya ordeña a las cabras.

Luego, ella se dedicará a hacer yogur y él a cuidar el pequeño huerto de aromáticas y berenjenas que tienen detrás de su casa.

Las berenjenas de Sari son famosas por su sabor y tamaño.

Por la tarde, tras una sopa de lentejas y algún higo, marchan al mercado a vender los yogures y algunas bolsas de especias. Thuraya borda pequeños cojines antes de acostarse, que también lleva al mercado. Es la actividad que más placer le causa, y busca siempre tiempo para sentarse con sus viejos aperos de costura, mientras entona canciones que han perdurado a lo largo de innumerables generaciones.

Sari, ayuda de vez en cuando a un primo en labores de construcción y pequeñas reparaciones, y así consigue ahorrar algo de dinero para cuando nazca Zahi. Calculan que aproximadamente en tres meses.

Nunca fueron una pareja muy religiosa, pero sí practican sus oraciones diarias, como forma de abstracción y como costumbre. Siempre lo hacen juntos.

Su humilde vida, transcurre en un constante ir y venir al mercado, preparar los productos para su venta, regar dos olivos a los que cuidan como si fueran dos miembros más de la familia y sentarse juntos a mirar el horizonte y soñar con viajes, vidas y fábulas maravillosas que los mantienen alegres.

El jueves, mientras Thuraya jugaba con un gato en la entrada de su casa, y Sari volvía por la calle mirándola con la dulzura de un recién enamorado, un misil israelí Spike, supuestamente dirigido por laser para seleccionar confirmados objetivos terroristas, impactó de lleno en los piés de Thuraya.

Sari, a unos 25 metros, recibió una lluvia con  partes del cuerpo de su mujer esparcidos por el aire. Sangre, intestinos, útero y líquido amniótico. Zahi nunca nacería.

El dolor instantáneo acalló el grito de Sari. Postrado boca abajo, su cabeza volaba de la mano de Thuraya por encima de unas colinas doradas de trigo infinitas, elevándose y descendiendo a placer hasta acariciar las puntas del cereal con los dedos.

Al fondo, un niño los miraba sonriendo, y se acercaban a él velozmente.

El día que Thuraya fue asesinada, era su cumpleaños.

De noche, Sari, mudo todavía y sin aliento, salió de la casa de los familiares donde lloraban los restos de su mujer e hijo.

Subió una pequeña duna, y se sentó a contemplar el horizonte estrellado.

Dos cortes en la barriga, fueron suficientes para irse de vuelta con su amada.

No hubo ni un segundo de tiempo esa tarde, para pensar en venganza, justicia o represalia. El castigo sufrido era inaudito.

Thuraya, Sari y Zahi murieron el mismo día.

El mundo no es mejor, ni menos peligroso sin ellos. Tampoco es distinto.

El mundo es una mentira cruel en la que no nos dejan vivir en paz. Ellos sabrán el porque, pero no me cabe duda, que el horror habita en sus mentes, y desde luego jamás tendrán un solo minuto de la paz y el amor que nuestra pareja vivía continuamente.

Esa es la venganza más salvaje, cerdos!!