Humberto ya muerto, cambió de posición.
Había vivido de una forma muy personal, y los que lo conocían sabían de sus contradictorias palabras y actos. Una frase de frente y un ciento por detrás. Su negro era blanco y su dulzura amargor.
Se vendía pacífico y conciliador, pero el furor salvaje oculto tras una máscara de complacencia y bondad, salía a relucir cuando en la soledad de su despacho, trataba de urdir las complejas madejas de medias verdades y mentiras absolutas, que regían su mundo y sus relaciones con los demás. Siempre interesadas, y en constante esfuerzo por agradar y no distorsionar las buenas maneras.
Aquel encuentro con Ernesto, su última víctima, llegaba tarde.
Al fin, tras mucho tiempo de espera, su amigo enemigo había conseguido esa charla definitiva y esclarecedora, en una mañana fría de invierno.
Humberto cayó fulminado por un súbito ataque al corazón, y se golpeó la sien izquierda con el martillo que se encontraba en el suelo, y que Ernesto usaba en su fragua.
Ya muerto en el suelo, Humberto recordó que su contrario era zurdo y que nunca le golpearía en la sien izquierda. Aprovechando la carrera a la calle de Ernesto para pedir ayuda, Humberto se medio incorpora difunto, y se coloca en el suelo como si saliera del taller, con la cabeza hacia la puerta.
Meses después, el juez condena a Ernesto por asesinato, al golpear a Humberto en la sien con su martillo, mientras este trataba de abandonar el taller.
En el preciso momento en que el juez golpea con su mazo cerrando la vista y sentenciando al bueno del herrero, unos cuantos huesos rodeados de jirones de carne y piel, se retuercen en un nicho del cementerio municipal, acomodándose satisfechos para otra buena temporada.
El mal es poderoso, tanto como para resucitar viejos fantasmas y engañar a los más incautos. Protegeos, así lo hago yo. Y antes de que os embauquen golpead fuerte, muy fuerte.
martes, 4 de febrero de 2014
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1 comentarios:
Jo Jo Jo (risa de terror!!!)))
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