El abejorra, porque con esos colores muy abejorro no era, llegó junto al hipopótamo que placidamente descansaba en el agua, que era donde más le gustaba ver la vida pasar. Y se posó en su lomo.
Parecía agradable relamiendo el dulce néctar que el mismo anteriormente había libado. Tras una amistosa charla con el hipopótamo se descubrió su estrategia. Que no era otra que pasar por encima de la chepa del mamífero acuático y acercarse a sus amigos hipopótamos, para llegar al otro lado del lago. Ningún problema hubiera surgido si no fuera porque el abejorra venía acompañado de una garrapata. Que parasitando y chupando la sangre, fue infectando a toda la manada. Hasta que Cláudio, un "hipo" de las altas tierras del volcán, que eran más listos y avezados en cuestiones de malos bichos, se apartó justo cuando el abejorro y su molesto parásito saltaban hacia el.
El resultado fue una caída lastimosa al agua, donde terminaron por ahogarse. Es bien sabido que los abejorros no pueden nadar.
MORALEJA: Si eres abejorro, ten en cuenta que no puedes nadar, y bordea el lago.
domingo, 24 de noviembre de 2013
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